El maestro miró fijamente la mano tensa del alumno, solo basto
esa mirada para que el novicio entendiera que algo estaba mal; no hizo falta
mediar palabra alguna, el maestro tocó con su mano apenas la muñeca del
aprendiz y fue suficiente para que relajara sus dedos y su palma adquiriendo
así la postura correcta.
Le siguió su antebrazo, que no giraba con corrección pues al hacerlo, movía el brazo alzando no solo el codo sino también el hombro.
El anciano se giró hacia el joven y tocó suavemente el hombro del muchacho que rápidamente tomó su lugar.
Así una a otra cada parte de su cuerpo fue corregida.
Le siguió su antebrazo, que no giraba con corrección pues al hacerlo, movía el brazo alzando no solo el codo sino también el hombro.
El anciano se giró hacia el joven y tocó suavemente el hombro del muchacho que rápidamente tomó su lugar.
Así una a otra cada parte de su cuerpo fue corregida.
Cuando esto terminó, el
anciano se retiró para sentarse en su banco a beber té.
El discípulo que había quedado allí tratando de mantener la postura correcta que su maestro le había marcado, sintió entonces que todo encajaba, que fluía mejor su movimiento, pudo relajar su espalda y mantenerla elevada, como así también su cadera que se asentó y la fuerza de su pierna de sostén permitió a la otra extenderse con un movimiento sutil …
El discípulo que había quedado allí tratando de mantener la postura correcta que su maestro le había marcado, sintió entonces que todo encajaba, que fluía mejor su movimiento, pudo relajar su espalda y mantenerla elevada, como así también su cadera que se asentó y la fuerza de su pierna de sostén permitió a la otra extenderse con un movimiento sutil …
“La
Enseñanza Tradicional de las Artes Marciales Chinas”
H.T.
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