sábado, 30 de enero de 2016

Falsos maestros



Los falsos maestros conocen perfectamente todo el repertorio de trucos para pretextar o justificar sus comportamientos, por más falaces, innobles o corruptos que sean.

Lo peor es que logran engatusar a muchas personas demasiado ingenuas, manipularlas hábilmente y ponerlas a su servicio incondicional.

Los «santos» tramposos no son un producto de nuestra época, como a veces equivocadamente se deduce, sino de todas.

Tienen sus artimañas para impresionar a sus «clientes», despertar su admiración, motivados y sacarlos de su jaula para meterlos en la del falso maestro.

Tienen muy bien estudiada la forma de argumentar sus enrarecidos comportamientos y de enmascarar sus flagrantes contradicciones.

Muchos de estos maestros, sobre todo los de masas, predican desapego cuando son más apegados que nadie; hablan de accesibilidad y son inaccesibles; critican a la sociedad de consumo y son desenfrenados consumistas; se refieren a las virtudes de la humildad y tienen un ego desorbitado.

Pero si el discípulo pone al descubierto alguna de estas «singularidades» del maestro, se le explica (por el maestro mismo o por los bien aleccionados componentes de su camarilla, que la mayoría de las veces tienen graves deficiencias emocionales) que el preceptor procede intencionadamente así para poner a prueba al discípulo o para menguar su ego o para ejercitar su confianza u otro buen número de bien estudiadas justificaciones.

Pero lo más sabio que puedes hacer, si encuentras un maestro, es ponerlo a prueba y, además, cuanto más sinceras sean tus intenciones, tal vez más sincero será el maestro que encuentres.

No obstante, dispones de tu inteligencia primordial y tu discernimiento, que te prevendrán para que no seas demasiado ingenuo. Un toque de ingenuidad es inocencia y belleza; demasiada ingenuidad es necedad.

 

Ramiro A. Calle
 

 

 

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