jueves, 28 de diciembre de 2017

El discípulo más torpe














Buda tenía un discípulo que era el más torpe de todos.
Era incapaz de recordar sus enseñanzas.
Si conseguía memorizar una palabra de un sutra se le olvidaba la siguiente y viceversa.
Buda le asignó el trabajo de limpiar los zapatos de los demás discípulos porque parecía que no era capaz de hacer ninguna otra cosa.
Un día, después de muchos años limpiando zapatos, se preguntó a sí mismo:
“Todos los zapatos están limpios, pero ¿está mi mente tan limpia?”.
Y, en ese momento, su mente se liberó por completo.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Sabiduría y diplomacia

Un emperador chino, fue avisado que en una de las provincias de su imperio había una insurrección, dijo a los ministros de su gobierno y a los jefes militares: 
-Vamos, síganme. Pronto destruiré a mis enemigos.
Cuando el emperador y sus tropas llegaron a donde estaban los rebeldes, el soberano trató muy amablemente a éstos, quienes, por gratitud, se sometieron a él nuevamente.
Todos los que formaban el séquito del emperador pensaron que él ordenaría la inmediata ejecución de aquellos que se había sublevado contra él; pero se sorprendieron en gran manera al ver que este trataba con mucho cariño a quienes se habían sublevado.
Entonces, el primer ministro preguntó con enojo al emperador:
-¿De esta manera cumple vuestra Excelencia su promesa?
Usted dijo, que veníamos a destruir a sus enemigos y sin embargo, los ha perdonado a todos, y a muchos hasta con cariño los ha tratado.
Entonces el emperador, con actitud noble, dijo:
-Les prometí destruir a mis enemigos; y todos ustedes ven que ya nadie es mi enemigo ahora todos ellos son nuevamente mis amigos.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

Cuando practiques Tai Chi Chuan


Tai Chi Chuan es para la paz interior, pero cuando hagas Tai Chi Chuan no busques la paz interior.
Una búsqueda es un salto a un lado del equilibrio, por lo tanto no busques la paz, así como el lecho de un río no busca el agua.
Déjate inundar por la paz, como se llena de agua el lecho del río.
No retengas la paz; cuando la paz llega, está, cuando se va, no está.
Todo esfuerzo por alcanzarla o mantenerla es tensión, y Tai Chi Chuan es para liberar tensión.
Permite que la paz fluya a través de ti, sin forzarla.
Haz Tai Chi Chuan lentamente si así lo amerita:
Lo importante de Tai Chi Chuan no es que se acabe, sino que dure.
Si la paz es el objetivo, también es importante el proceso.
No busques el final de la forma, si no su plenitud en ti y en tus acciones.
La paz no viene tan sólo por hacer Tai Chi Chuan:
La paz viene cuando, haciendo Tai Chi Chuan, únicamente haces Tai Chi Chuan.
No hay sino la forma y tú, el suelo que te sostiene, y el cielo que te cubre.
No está presente la preocupación sobre qué almorzarás mañana, o sobre cómo te fue en la oficina ayer.
No hay sino Tai Chi Chuan, así como al río lo hace río el paso del agua.
Si el agua se detiene, ya no es río sino lago, si el agua se marcha, ya no es río sino polvo.
Deja que la paz fluya a través de ti, silencia la mente y déjate moldear por la forma en la que respiras.
Tai Chi Chuan es mente y cuerpo moviéndose en la misma armonía.


Desconozco el autor

jueves, 14 de diciembre de 2017

Las peores batallas



Las peores batallas, 
los enfrentamientos más peligrosos 
y las luchas más sangrientas 
son en nuestro interior. 
La meditación 
y el trabajo marcial interno 
nos permite combatir 
de forma eficiente, conciente y victoriosa sobre nuestro peor adversario que soy yo mismo.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

La no-acción del estado no-mental

La no-acción del estado no-mental casi nunca 
es apreciada en su verdadero significado.
Por el contrario, en esta sociedad materialista 
donde lo que se valora y se espera es un espíritu 
furiosamente competitivo para poder 
alcanzar determinados objetivos, se la suele tomar por holgazanería. 
Pero lo que casi siempre se olvida es que toda esa actividad física y mental 
solamente conduce a la consecución de un “éxito” que rápidamente se muestra vacío y efímero.
Al final uno se halla en un estado de enorme frustración
y con la sensación de haber desperdiciado su vida.

Ramesh Balsekar

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Te puedo ofrecer lo que tengo



 
Mientras el discípulo dudaba,  su maestro le dijo:
-Mira, solamente te puedo ofrecer lo que tengo. No tengo el Nirvana, ni la Santidad, ni el Paraíso.
No tengo grandes riquezas, ni mansiones, ni poder. Lo único que poseo son técnicas de meditación que te conducirán, si practicas, hacia tu propia paz interior. ¡Eso te ofrezco! Si no las quieres, te puedo ofrecer una taza de té… Si no la quieres, te puedo ofrecer mi saludo cuando nos crucemos por la calle. Pero si tampoco lo quieres, te puedo ofrecer mi ausencia. En cualquier caso serás tú quien decidas qué quieres obtener de mí.


martes, 5 de diciembre de 2017

Pasear por la montaña

 Un maestro se paseaba por la montaña.
A su vuelta uno de sus discípulos le preguntó:
-Maestro ¿por dónde ha ido a pasear?
-Por la montaña-respondió el maestro.
El discípulo insistió:
-Pero ¿qué camino ha tomado, que es lo que ha visto?
El maestro respondió:
-He seguido el olor de las flores y he vagado siguiendo los brotes jóvenes.


domingo, 3 de diciembre de 2017

Shi Fu o Lao Shi


Durante la cena de fin de año un compañero de práctica le preguntó al maestro:
-Empecé hace poco a estudiar chino y me dijeron que "maestro" se dice “lao shi”. Sin embargo, yo creí que se decía “shi fu”. ¿Por qué esa diferencia?
-Antiguamente –dijo el maestro-, en el mundo de las artes marciales, el alumno vivía en la casa del maestro y llevaba una vida similar a la de un hijo. No pagaba con dinero, pero se ocupaba de cortar la leña, traer el agua, limpiar la casa, cultivar la tierra y otras tareas. De esta manera aprendía de su maestro a través de la convivencia cotidiana mucho más que un arte marcial. A este maestro el alumno le dice “shi fu” porque es un maestro (shi) pero también es como un padre (fu). El término “lao shi” en cambio denota más distancia. Al maestro que le enseña chino usted puede decirle “lao shi”. Al profesor que únicamente enseña técnicas marciales también se le dice “lao shi”.

viernes, 1 de diciembre de 2017

¿Cómo encuentro un maestro?

La selección de un maestro depende en gran medida de lo que deseas.
Los maestros de Tai chi pueden enfatizar diferentes aspectos: salud, artes marciales, cualidades estéticas de los movimientos, práctica espiritual, ejercicio físico.
Es importante escoger a un maestro cuya orientación corresponda a nuestras prioridades.
Si te interesa  Tai chi como un arte en movimiento similar a la danza, no tiene sentido seleccionar a un profesor que hace énfasis en el Tai chi como un arte marcial o que tiene antecedentes en boxeo de contacto.
Si quieres estudiar Tai chi como un arte marcial, entonces no es oportuno trabajar con un maestro que no tiene experiencia en el combate.
Por supuesto, las cosas pueden cambiar con el paso del tiempo, pero al principio es importante encontrar a alguien que coincida con nosotros.
Eso no niega la posibilidad de que aprendamos algo positivo de cualquier buen maestro.
Pero no te comprometas a estudiar con alguien sólo porque piensas que ese profesores bueno para ti.
En el fondo, debes sentir que el maestro de tu elección es alguien a quien puedes respetar y seguir con confianza durante el trabajo.
Muchas personas piensan que deben estudiar con un gran maestro al iniciar su estudio del Taichi.
Esto no es necesario.
De hecho, puede ser menos que satisfactorio.
Compáralo con el estudio del piano.
¡Podría un neófito del piano aprovechar plenamente las enseñanzas de alguien como Arthur Rubinstein?
¿Y un gran pianista tendría el tiempo, la paciencia y la voluntad de trabajar con un estudiante que primero debe aprender las notas, desarrollar flexibilidad en los dedos y tocar obras de Chopin y Beethoven, sin mover una pestaña?
Busca profesores que sientas que son honestos en la manera de presentarse, que puedan responderte sin titubeos cuando les preguntes con quién han estudiado.
Hay muchos profesores que se hacen llamar maestros pero que en realidad no tienen el nivel para ostentar ese título.
Cuando dudes, recuerda que en oriente un profesor nunca se hace llamar maestro.
Siempre es un título que sus colegas le otorgan.
Recuerda que los planes de entrenamiento para maestros disponibles en la comunidad de Tai chi, van desde programas estructurados de años de duración a la simple aprobación de un profesor que un buen día sugiere a su alumno:
"¡Por qué no das clases?"
Los certificados oficiales no son necesariamente confiables.
Recomiendo aprender con alguien procedente de un linaje o tradición, que mantiene relación con su profesor, y que da la impresión de formar parte de una gran familia con hermanos y hermanas de Tai chi.
Algo en lo que los profesores difieren es en la relaciónque tienen con sus alumnos.
Algunos son formales y sus entornos de entrenamiento muy estrictos: los estudiantes usan uniformes, observan ciertos rituales en el entrenamiento y siguen un programa de estudios estándar.
Sus cIases tienen una estructura definida; empiezan y terminan exactamente a tiempo.
La atmósfera no alienta la conversación o el intercambio de experiencias durante el entrenamiento, y por lo general, no se tiene un tiempo designado para convivír y tomar el té después de la clase.
Esta formalidad se aplica también a la actitud del profesor con respecto a lo que deben aprender los estudiantes: sólo hay una manera de aprender, y una manera de enseñar.
Es probable que este maestro no responda a las diversas necesidades de sus estudiantes e insista en seguir un procedimiento determinado, sin importar lo que suceda.
Este planteamiento puede ser tan estricto que tenemos la impresión de que el profesor dice: "Sólo hay una manera. ¡Mi manera!"
Otros maestros son más espontáneos en su presentación, y aunque tienen un programa de actividades, están dispuestos a cambiarlo si la situación lo requiere.
Sus clases tienen un ambiente relajado y favorable para que los estudiantes puedan platicar, tomar té y actuar con libertad.
Todos se hablan por su nombre, los estudiantes salen a cenar juntos después del entrenamiento, y la enseñanza se imparte a un ritmo relajado.
Podría parecer que expongo al maestro espontáneo en términos más favorables que al formal, pero no es así. Plantas diferentes necesitan distintas condiciones de crecimiento.
Las personas requieren distintos enfoques de entrenamiento.
El tipo de suelo favorable a nuestro florecimiento también puede variar de una época a otra, o del nivel que hayamos alcanzado en nuestra práctica.
Muchos maestros enseñan  Tai chi exactamente como lo aprendieron.
Esto no significa que sea poco creativo, como podría parecer a la luz de la pedagogía occidental moderna.
Estos profesores creen en el método con que aprendieron; es algo qué conocen bien y están familiarizados con las etapas del proceso.
La experiencia necesaria para ayudar a otra persona durante el proceso de entrenamiento, proviene de su confianza y profundo conocimiento resultado de haber recorrido el camino ellos mismos.
Estos maestros requieren que un estudiante muestre aprecio por la tradición y sigan fielmente la ruta trazada. Cuando un estudiante cuestiona la tradición o decide entrenar en otra parte, el profesor puede sentir que aquél se ha insubordinado y defraudo su confianza. .
Honrar una tradición, procurando  seguirla con fidelidad para descubrir su alcance, es  una cosa.
La imitación mecánica y una insistencia servil en reproducir una forma de Tai chi, es otra.
En el primer caso, se trata de un proceso mágico con el cual recibimos una tradición; en el segundo, se nos instruye para repetir y emular, para tener una relación muerta pero obediente con una forma aun más muerta.
Hay un mundo de diferencias entre ambos.
Al recibir una forma de Tai chi, hay un respeto mutuo no sólo por la tradición., sino por quien la recibe y la conserva.
Por tanto cualquier intento del profesor manipular, intimidar, dominar o limitar a los estudiantes, no sólo es incompatible con el espíritu del Tai chi  sino con las reglas básicas de la interacción humana.
Es evidente que hay situaciones en las que el llamado ‘amor estricto’ puede ser necesario, pero el espíritu con el que procede semejante entrenamiento siempre tiende al bienestar del estudiante.
Como todos sabemos, esto se puede deformar y por eso es importante no olvidar nuestro sentido común, en especial cuando se refiere a la percepción de peligro.
Muchas de las cosas que se han escrito sobre la selección de un maestro espiritual se pueden aplicar también a la selección de un profesor de Tai chi.
Jack Kornfiekld da una buena descripción de las alegrías y los riesgos latentes en la selección y el trabajo con un profesor en su libro ‘A Path with heart’ (Un camino con corazón).
Otros profesores enseñan además de la forma, ejercicios adicionales de otras tradiciones de movimiento.
Cuando la introducción de dichos ejercicios en el entrenamiento de Tai chi tiene cimientos sólidos en la práctica y la experiencia, pueden ser útiles para profundizar nuestra comprensión de la forma.
En el mejor de los casos, estos ejercicios coexisten en una relación simbiótica con Tai chi, pero no son Tai chi.
No hay sustituto para la construcción cuidadosa y gradual de la forma, ni para la práctica repetida de los movimientos.
Pienso que un equilibrio saludable entre el entrenamiento continuo en la forma en todos sus aspectos formales, y la introducción cuidadosa de ejercicios auxiliares que tienen una relación directa y clara con Tai chi, es una vía ideal de entrenamiento.
Cuanto más avanzado es el estudiante de Tai chi, mayor capacidad tendrá para reconocer los vínculos entre las diferentes artes de movimiento y experimentar los principios que comparten.


Linda Myoki Lehrhaupt

jueves, 23 de noviembre de 2017

El Hombre Que Tocaba La Flauta Celestial

Hace muchísimos años, al pie de las montañas Wuzi o cinco dedos, vivía un hombre que tocaba maravillosamente la flauta de bambú. Tan bien tocaba que la oropéndola no se atrevía a competir con él, el mirlo no entonaba tan bellas melodías y ni siquiera la alondra trinaba con tan rica sonoridad. Cuando empezaba a tocar la flauta, los pájaros se detenían en pleno vuelo, los campesinos que labraban la tierra, dejaban sus faenas; los ancianos se sentían rejuvenecer y los niños saltaban de alegría... Y tan hermosa era su música que la gente creía que había bajado del cielo, por lo que le apodaron “Hombre que toca la flauta celestial”.
Un día, el Rey-Dragón del Mar del Sur agasajó a las divinidades con un banquete en la playa. Ocho mil genios con ricas ropas exóticas charlaban y gozaban bebiendo en torno del anfitrión, que llevaba un hábito ceñido con un cinturón de jade. Y precisamente aquel mismo día de la fiesta, después de haber andado diez días y diez noches, el “Hombre que toca la flauta celestial” llegó a la playa para pescar. Tendió la red sobre el mar apacible, se sentó sobre una piedra limpia y lisa y comenzó a tocar la flauta. En ese mismo instante, cuando el Rey-Dragón levantaba la copa para brindar con sus huéspedes, oyó un sonido tan maravilloso como nunca había creído oír. Todos y cada uno de los dioses se quedaron en suspenso, incluso se olvidaron de las mesas repletas de manjares y dejaron caer sus copas de jade. El hombre de la flauta no sabía ni podía imaginarse que, en aquel momento, tantas divinidades estuvieran escuchando cómo tocaba su flauta. Y los dioses, por su parte, estaban persuadidos de que quien así la tocaba sin duda debía de haber descendido del cielo superior al mundo humano.
Tanto le gustó al Rey-Dragón el sonido de aquella flauta que quiso encontrar al ejecutante para que enseñara a su hijo a tocar el instrumento. Y, siguiendo la dirección de donde venía el sonido, halló al hombre, el cual recogió su red, metió la flauta en su ancho cinturón y siguió al Rey-Dragón hasta su palacio.
Ya habían pasado tres años y el hijo del Rey había aprendido a tocar la flauta de bambú, por lo que el flautista, que añoraba mucho su familia y su pueblo, le rogó al padre que le dejara volver a casa. El Rey agradecido se lo concedió y le indicó a su hijo que acompañara al maestro para que escogiera dos regalos -los que quisiera- del tesoro real. Había allí piedras preciosas rojas, amarillas, azules...; lingotes de oro resplandecientes, y centenares de miles de valiosísimos objetos. El flautista recorrió detenidamente el salón del tesoro del Rey Dragón y, al ver una cesta cilíndrica hecha de tiras de bambú, pensó: “Este utensilio me puede servir para guardar los camarones y peces que pesque”. Lo tomó y lo sujetó al cinturón. Después, en un armario, descubrió una capa para la lluvia y reflexionó: “Con esta capa puedo ir a la playa a pescar incluso en días de lluvia y viento”. Y éste fue el segundo y último regalo que escogió.
Al salir de la sala del tesoro acompañado del hijo del Rey-Dragón, éste, muy intrigado, le preguntó:
-¿Por qué has escogido estos objetos tan sencillos entre montones de oro y plata, perlas y piedras preciosas?
El maestro le contestó con una sonrisa:
-El oro y las piedras preciosas se gastan y desaparecen. En cambio, con esta cesta de bambú y la capa para la lluvia, puedo ir de pesca todos los días y, con los peces que pesque, nunca pasaré hambre.
Pero cuando regresó a su casa y fue por vez primera a pescar, descubrió que aquellos dos regalos eran realmente dos objetos maravillosos. Al volver de la pesca el cesto de bambú siempre rebosaba de relucientes peces, y la capa, desplegada, lo llevaba volando hasta el Mar del Sur, al lugar de la pesca.
De esta manera, con el cesto de bambú y la capa para la lluvia, llegó volando a las montañas Cinco Dedos y, tan pronto como tocó su flauta, el sonido se extendió por el firmamento y el mundo entero rebosó de júbilo y alegría.

La 'Preparación'

La "Preparación" parece un movimiento relativamente sencillo, pero resulta difícil ejecutarlo bien. Es difícil no porque el movimiento sea complejo sino porque exige que estemos completamente presentes, sintonizados con nosotros mismos y con el entorno.
Nos invita a hundir nuestras raíces en el momento, a no correr antes de empezar, lo cual suele  traducirse en la prisa por terminar.
Es un mantra corporal que nos apoya para estar "¡justo aquí, justo ahora!"
Al aprender el primer movimiento de una forma, que por lo general implica estar de pie y en silencio antes de empezar el ejercicio, se hará alguna mención sobre la postura de Tai chi.
Con frecuencia puede semejar un verdadero taladro escuchar a la maestra decir frases como: "Párate como si estuvieras suspendido de arriba, con un hilo dorado sujeto a la punta de tu cabeza. Relaja los hombros, las orejas alineadas con los hombros, la nariz, en línea con el ombligo y la barbilla ligeramente hacia adentro. Levanta un poco el pecho y empújalo con suavidad hacia afuera, mantén recta la parte baja de la espalda y aprieta la parte inferior de los glúteos. Planta con firmeza los pies en el piso y relaja los dedos de los pies. Enfoca los ojos directamente hacia adelante y suaviza la mirada".
Al tomar la postura de Tai chi conviene recordar que no somos máquinas, maniquíes o estatuas. No podemos establecer la postura o la forma de modo que queden fijas para siempre; pero sí explorarlas de manera continua.
La postura se convertirá en nuestra maestra a lo largo de la práctica: nos dará placer, satisfacción, frustración, encanto y fuerza, todo al mismo tiempo o de manera alternada.
No hay nada inmutable; todo cambia.
Tal vez quisiéramos contar con ese tipo de seguridad, pero al saber que no existe, lo entenderemos como una especie de libertad, y al aceptarlo recibiremos uno de los regalos que  Tai chi guarda para nosotros.
Así pues, tómate tu tiempo para adoptar la postura inicial de la "Preparación".
Tienes toda una vida por delante para practicar el Tai chi.
Comienza la "Preparación' colocándote de pie, los talones juntos, de modo que tus pies formen una V, y los brazos sueltos a los lados, con las palmas hacia el cuerpo.
Deja suficiente espacio debajo de los brazos como para colocar ahí tu puño cerrado.
El dedo medio de cada mano debe estar en línea con el centro de la parte exterior del muslo.
Las manos permanecen en una postura suave, como si en cada una sostuviera un plato de arroz.
La postura de las manos permite que haya espacio entre los dedos, así como una sensación de suave estiramiento de las palmas.
Al Maestro William C. C. Chen le gusta describir las manos en  Tai chi como "palmas bailarinas”, ya que comunican una sensación de la ligera energía que otorga vida y activa la forma.
Ahora, deja caer el cuerpo sobre la pierna derecha.
En vez de mover el peso de un lugar a otro, que con frecuencia implica mover demasiado la cadera, piensa más en hundirlo.
Imagina que estás de pie en una playa húmeda y que, sin moverte, quieres hacer una huella profunda con tu pie derecho.
Luego, da un paso con el pie izquierdo y colócalo directamente de frente.
La separación desde el pie derecho debe ser equivalente a la anchura de los hombros.
La mayor parte del peso sigue sobre el pie derecho.
Libera casi todo tu peso sobre el pie izquierdo.
Después, gira sobre el talón del pie derecho, de modo que los dedos de los pies queden hacia adelante, y tu pie derecho permanezca en posición paralela con el pie izquierdo.
Al mismo tiempo, gira ambas manos de modo que señalen hacia atrás.
Conserva el espacio por debajo de los brazos.
Los dedos conservarán una ligera curvatura.
El peso queda en medio de ambos pies.
La posición de pie, con los pies paralelos y las palmas de manos hacia el cuerpo, se llama la postura Wu Chi.
Ésta es una de las posturas de pie para la meditación más conocidas.
Wu Chi se refiere a la idea taoísta del origen del universo y es el nombre que se asigna a los momentos de tiempo infinito anteriores a que todos los elementos tomaran forma.
 Wu Chi también se puede traducir como la Madre de Todas las Posibilidades.
Es un momento de inmenso potencial que se extiende a través del tiempo y el espacio.
La postura Wu Chi es una de las bases de la práctica: tiene que ver con escuchar hacia adentro y hacia afuera al mismo tiempo.

Descansamos en la quietud y el silencio; sin embargo, estamos totalmente preparados para el movimiento que está por venir. 

Linda Myoki Lehrhaupt