Buda
tenía un discípulo que era el más torpe de todos.
Era
incapaz de recordar sus enseñanzas.
Si
conseguía memorizar una palabra de un sutra se le olvidaba la siguiente y
viceversa.
Buda
le asignó el trabajo de limpiar los zapatos de los demás discípulos porque
parecía que no era capaz de hacer ninguna otra cosa.
Un día, después de muchos años limpiando zapatos, se preguntó a sí mismo:
Un día, después de muchos años limpiando zapatos, se preguntó a sí mismo:
“Todos los zapatos están limpios, pero ¿está mi mente tan limpia?”.
Y,
en ese momento, su mente se liberó por completo.
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