Al principio tenemos la sensación que la búsqueda
espiritual es algo muy bello, algo que dará respuesta a todas nuestras
preguntas.
Tenemos que ir más allá de este tipo de esperanza
y expectativa.
Puede que esperemos que nuestro maestro resuelva
todos nuestros problemas, alivie todas nuestras dudas.
Pero cuando nos encontramos frente al maestro,
éste no contesta a todas nuestras preguntas.
Deja muchas para que nosotros las resolvamos
solos, con la cual sufrimos una gran decepción y una gran desilusión.
Tenemos la esperanza que la espiritualidad nos
traiga la felicidad y la comodidad, la sabiduría y la salvación.
Esta manera literal, egocéntrica de ver la “espiritualidad” tiene que invertirse radicalmente.
Así, si finalmente abandonamos toda esperanza de
alcanzar cualquier tipo de iluminación, entonces, en este preciso instante,
comienza a abrirse el sendero.
Es una situación similar a la de esperar que llegue alguien.
Uno está a punto de perder toda la esperanza de
que llegue, uno comienza a pensar que la idea de su llegada es una simple
fantasía, que nunca tuvo intenciones de venir.
En el instante en el cual uno abandona toda la
esperanza, aparece la persona esperada.
En el sendero espiritual sucede algo muy
parecido.
Se trata de agotar toda expectativa.
Se necesita paciencia.
No solo hace falta empujarse con mucha fuerza en
el sendero, sino también saber esperar, dejar que haya un espacio, un
intervalo, no afanarse mucho en comprender la “verdad”.
Es necesario percibir primeramente los motivos de nuestra búsqueda espiritual.
La ambición no es necesaria si vamos a comenzar
el sendero, libres de prejuicios, con una actitud que trascienda el “bien” y
el “mal” por igual.
Chögyan
Trungpa
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jueves, 29 de septiembre de 2016
Un Camino Que Se Presenta
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