Se puede comparar el
cuerpo humano a un cilindro: cuanto más se acerca su eje central a la
perpendicular, más estable es.
La columna vertebral tiene
cuatro curvas: la sacra, la lumbar, la dorsal y la cervical.
De estas cuatro, la sacra
y la dorsal son más rígidas, mientras que la lumbar y la cervical son más
flexibles.
Las cuatro curvas están
relacionadas entre ellas, con el fin de optimizar la correcta distribución del
peso de la cabeza, tronco y extremidades superiores a lo largo de su eje
central.
Muchas personas, debido al
estrés y a las tensiones que afectan a la musculatura de la columna, sufren
malformaciones, que restan estabilidad al cuerpo.
A nivel emocional, el
miedo es una emoción que tensa la columna desde la nuca hasta la pelvis y la
contrae físicamente, la tristeza encorva hacia adelante la columna, parece como
si la persona llevara una carga o una mochila, además su mirada apunta hacia
abajo, todo lo ve negativo.
Estar erguido con la
columna recta y relajada es una postura que acrecienta la confianza, el
optimismo y el bienestar.
Alinear el eje
verticalmente implica atenuar las curvas de la columna y se consigue basculando
la pelvis hacia adelante, acción que estira la punta del cóccix, adentrando el
mentón, llevando las orejas hacia atrás y estirando hacia arriba la cabeza.
Esta acción restaura la
verticalidad del sacro y de las cervicales, y elimina la curva lumbar,
quedándose la columna prácticamente recta.
La acción de bascular la
pelvis hacia delante permite abrir y relajar las caderas consiguiendo utilizar,
en cualquier caso, la fuerza trasmitida por las piernas.
El ajuste pelviano conecta
la parte inferior y la superior del cuerpo proporcionando una sólida estructura
al conjunto.
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