Cultivar la humildad es vivir
nuestra falibilidad con realismo y es imprescindible para reconocer los propios
errores y mejorar. La persona humilde es receptiva por naturaleza y por eso es
la que mejor está dispuesta a escuchar y a aprender. Volvernos conscientes de
nuestras limitaciones, insuficiencias y carencias nos permite actuar de acuerdo
a la conciencia de nuestra pequeñez humana.
S.M.
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