Los
estudiantes de zen permanecían un mínimo de diez años con sus maestros antes de
que se les considera capacitados para enseñar a su vez.
En cierta ocasión, Nan-in recibió la visita del monje Tenno, el cual, habiendo terminado recientemente su aprendizaje, se había convertido en maestro.
Como era un día muy lluvioso, Tenno calzaba zuecos de madera y había traído consigo un paraguas. Nan-in le dio la bienvenida y le dijo:
-Supongo que dejaste tus zuecos en el vestíbulo. Quiero que me digas si lo hiciste a la derecha o a la izquierda del paraguas.
Tenno, confundido, no pudo dar una respuesta inmediata. Comprendió entonces que no podía mantener un espíritu de lucidez zen todo el tiempo. Así que se hizo alumno de Nan-in y estudió con él otros seis años, hasta que logró consumar en sí mismo el zen de cada instante.
En cierta ocasión, Nan-in recibió la visita del monje Tenno, el cual, habiendo terminado recientemente su aprendizaje, se había convertido en maestro.
Como era un día muy lluvioso, Tenno calzaba zuecos de madera y había traído consigo un paraguas. Nan-in le dio la bienvenida y le dijo:
-Supongo que dejaste tus zuecos en el vestíbulo. Quiero que me digas si lo hiciste a la derecha o a la izquierda del paraguas.
Tenno, confundido, no pudo dar una respuesta inmediata. Comprendió entonces que no podía mantener un espíritu de lucidez zen todo el tiempo. Así que se hizo alumno de Nan-in y estudió con él otros seis años, hasta que logró consumar en sí mismo el zen de cada instante.
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