Cierto
día, un estudiante que llevaba mucho tiempo estudiando el Tao en un templo de
la montaña Laoshan, le dijo a su Maestro, que ya sabía mucho y que deseaba
bajar de la montaña.
El Maestro le preguntó:
El Maestro le preguntó:
-¿Ya
sabes lo suficiente?
El
alumno le respondió que sí.
Seguidamente
el Maestro preguntó de nuevo:
-¿Qué
es suficiente?
Y
el alumno respondió:
-Suficiente
es que ya no cabe más.
Fue
entonces cuando el Maestro le dio un cuenco y le dijo que lo llenara de
piedras.
El
alumno así lo hizo. Y el Maestro le preguntó de nuevo:
-¿Está
lleno?
El
alumno respondió afirmando que sí, que ya estaba lleno.
El Maestro entonces echó arena entre las piedras del cuenco y volvió a preguntar:
El Maestro entonces echó arena entre las piedras del cuenco y volvió a preguntar:
-¿Está
lleno ahora?
Sí,
está lleno. –volvió a responder el alumno.
El
Maestro cogió del suelo un poco de polvo y lo echó sobre el cuenco sin que nada
cayese fuera, y preguntó:
-Está
lleno ahora?
Y
una vez más el alumno respondió:
Si,
está lleno.
El
Maestro cogió un vaso de agua y lo echó en el cuenco sin que ésta se derramara,
y volvió a preguntar:
-¿Está
lleno ahora?
El
alumno observó a su Maestro y no supo que contestar.
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