Cuando
hace mas de 30 años inicié mi camino por la senda de Tai Chi chuan, como
profesor de educación física con 8 años de experiencia en la enseñanza del
movimiento, tenía una idea muy vaga hacia donde me dirigía, hacia donde quería
llegar y lo que iba a encontrar. Sin embargo, en ese momento sentí que era lo correcto para
mí, y me di la chance.
Acostumbrado al deporte de competencia, la
disciplina de la práctica fue difícil al principio.
Con
el tiempo se fue haciendo más fácil y la práctica se volvió una parte esencialmente
mía.
Si
bien con la práctica de la navegación a vela y el voleibol comencé a entrever
el concepto de estar en foco en el ‘momento presente’, uno de los mayores
beneficios que la práctica del Tai Chi Chuan me ofreció fue poder comprender, enfocar
la mente, estar “aquí y ahora”.
Una
percepción más fina de la realidad, una comprensión más cabal del proceso de
las cosas y situaciones y una confianza en mis intuiciones me ayudaron tanto en
mi personalidad como en el desarrollo de mis competencias en mi profesión.
Una
mejora en la salud y plenitud de energía me permitieron apreciar la vida desde
otra perspectiva.
Gradualmente
me fui percatando de mi intención y de mi habilidad para transmitir a otros,
esto que Tai Chi Chuan me había brindado, así que de manera natural, sin uso de
títulos o categorías, mi profesor me autorizó a enseñar lo que había aprendido.
Me
convertí en un ‘maestro’ (del lat. Magister, en el sentido del que
transmite lo que sabe a las generaciones que siguen).
El
acto de enseñar me enseñó la paciencia y compasión.
Ayudar
a las personas a comprender y mejorar sus vidas física, emocional y
espiritualmente, me perfeccionó.
Es
un proceso maravilloso.
A
pesar del camino recorrido y llegado a cierto punto, aún me siento y puedo ver
Tai Chi Chuan como un principiante.
Oscar Delfino
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