miércoles, 24 de agosto de 2016

La forma, una práctica sobrevalorada y un trabajo muy infravalorado

 “El Tai Chi Chuan empieza y termina con las formas“.
O al menos eso parece cuando se mira el modo habitual de enseñar y practicar.
Personalmente, puedo o no estar de acuerdo con esta frase, dependiendo de quien la diga.
Si la práctica de forma se reduce a repetir una rutina de movimientos una y otra vez, sin hacer de ella el contenedor de todas nuestras habilidades, la forma es una serie muerta de la que muy poco o nada podemos sacar y por lo tanto, su relevancia en nuestra formación, será mínima.
Por otro lado, está la actitud de quienes piensan que las formas son una pérdida de tiempo y que solo tienen sentido como elemento cultural, pero nula relevancia en cuanto a la formación marcial.
Desde luego si el acercamiento a la forma ha sido el anteriormente descrito, incluso el otorgarles una supuesta relevancia cultural, es algo excesivo.
Tenemos la absurda idea de que el hombre actual es más inteligente que el del pasado y que por tanto, nuestros antepasados hacían cosas absurdas y sin sentido.
Lo cierto es que la inteligencia del ser humano no ha cambiado mucho en los últimos 10.000 ó 20.000 años.
La única diferencia es que nuestra civilización actual ha desarrollado el método científico y acumulado conocimientos impensables en el pasado, pero repito, no somos más inteligentes.
Pero nuestra inteligencia no es superior a la del hombre de las cavernas, a la del hombre del Medievo, del Renacimiento o de la Revolución Industrial.
Si en el pasado, gente que se jugaba la vida a diario, practicaba formas, hay que presuponer que tendrían alguna razón para ello.
Desde luego el hecho de que es un excelente método de recopilación y preservación de conocimientos, supone en parte una explicación.
En este particular, hay que reconocer que el vídeo puede desbancar ventajosamente a las formas en su función de preservación, sobre todo respecto a épocas donde  incluso la edición de un libro suponía un esfuerzo ingente al alcance de muy pocos, así como el acceso a los mismos
Pero es que hay más.
Una forma no es una mera colección de movimientos colocados con cierto gusto. Una forma no es una simple recopilación de técnicas.
La forma es el contenedor de TODO el conocimiento de los practicantes del pasado.
Lo que sucede es que como ese conocimiento es increíblemente amplio, en las formas tan solo se recoge un ejemplo característico de cada movimiento, lo más “amplio posible”, para que recoja la posibilidad de diversas variantes.
De este modo, cada movimiento es como el título de un libro, que ha de ser desarrollado por el practicante.
Así mismo, diversas nociones estratégicas, mecánicas corporales “inusuales”, principios de movimiento, posturales y técnicos, están recogidos de forma global o puntual en los movimientos de las formas.
La forma es como el índice de una enciclopedia, el lugar donde se expone todo el conocimiento, pero donde sólo se recoge el título.
La entrada completa de cada título no está en el índice, sino en la enseñanza de cada maestro y en la diligencia de cada alumno.
Es decir, de forma evidente, no los vas a ver aunque estén presentes.
Alguien tiene que mostrártelos y lo más importante, enseñarte el modo en que se desarrollan las habilidades necesarias para conseguir usarlos de modo efectivo.
Y definitivamente, para eso, las formas no son el único elemento necesario ni el más relevante.
De hecho tan solo dan pistas sobre por dónde debe dirigirse nuestro estudio y progreso, constituyendo una compleja y sofisticada herramienta de la que los más despiertos obtienen mucho y los más torpes e indolentes, prácticamente nada, lo cual además, conjuga a la perfección con ciertas mentalidades orientales “elitistas” respecto a la enseñanza y el aprendizaje.
En los últimos tiempos, estoy retomando con intensidad el entrenamiento San Shou (forma por parejas).
La práctica de esta forma, me ha llevado a tomar conciencia de la importancia del trabajo de esquiva y angulación respecto al rival, por medio de desplazamientos.
Esto se traduce en que uno no bloquea el ataque del rival, sino que deja que su fuerza le coloque en una posición ventajosa o en su lugar, evade con un desplazamiento el ataque (lo que constituye en sí mismo la defensa), atacando en el mismo movimiento.
De este modo, los pasos adquieren una importancia capital, que el entrenamiento “simple” de la forma y el tuishou (con demasiada frecuencia reducido a prácticas de pie fijo), no recogen de un modo evidente.
Bien, a partir de este método y la estrategia que lleva asociada, he tomado consciencia de las múltiples posibilidades técnicas que los movimientos de la forma esconden respecto al concepto de esquiva y colocación.
Cosas “que siempre han estado ahí”, cosas que de hecho ya conocía, pero que un trabajo de estudio específico, saca a la luz con una relevancia y riqueza de matices antes insospechada y que ahora no solo aparecen sino que se conjugan con todo lo demás que he ido descubriendo en las formas a lo largo de los años y que multiplican su diversidad y utilidad.
Volviendo a la práctica de las formas, lo habitual es repetir la secuencia de principio a fin las veces que sea menester.
Desde luego es un trabajo interesante que hay que hacer, pero no es ni el único ni posiblemente “el mejor”.
En su lugar tomar una corta secuencia, analizar sus características, entrenar dicha secuencia al aire, incorporando las variantes de pasos que creamos convenientes, la práctica de dichas técnicas con un compañero, con situaciones y aplicaciones de la misma cambiantes, retomar el trabajo en solitario para afianzar en él lo “descubierto” con un compañero, volver a la práctica con compañero para intentar plasmar allí lo que la práctica en solitario nos sugiera…
Un trabajo sin fin del que la repetición “muerta” de secuencias interminables, no forma parte.
¿Son útiles las formas para pelear? Definitivamente NO.
¿Mejoran tus habilidades como luchador practicando y estudiando formas?. Definitivamente SI.
Con demasiada frecuencia escucho que un entrenamiento “realista” precisa de un compañero que se resiste, que no nos da facilidades.
Está claro que esa es la realidad de un combate, pero ¿esa ha de ser la realidad del aprendizaje?
Recuerdo que de niño aprendí los primeros rudimentos de las matemáticas, cosas muy simples y absurdamente “sencillas”.
Según la teoría del “rival que no colabora”, debería haber empezado directamente con el Cálculo Integral y Diferencial, Estadística y el Algebra…, aunque dudo de si hoy sabría realizar una simple suma siguiendo ese método.
El aprendizaje debe de ser gradual y multifaceta.
Uno ha de aprender una determinada aplicación con un compañero que “se deja”, para poder realizar todo aquello que se nos pide y que de entrada, es demasiado.
Luego ha de ir incrementado gradualmente la dificultad, para llegar a un entrenamiento “sin concesiones” por parte del compañero.
Y puesto que el progreso virtualmente, no tiene fin, siempre estamos incorporando nuevas habilidades o de un modo más acertado nuevos niveles de entendimiento y habilidad, siempre tenemos que estar practicando según el caso, tanto con compañeros complacientes como con adversarios determinados a rompernos la crisma, dependiendo de nuestra habilidad en la práctica específica que estemos entrenando.
La práctica con un compañero, incluso uno que colabora, implica dificultades evidentes (ajustar timing, distancias, etc.).
Esto hace que si estamos entrenando con un rival, parte importante de nuestra atención esté en lo que éste hace, y más vale que así sea si no queremos recibir en exceso.
Pero al entrenar así, no podemos ser plenamente conscientes de las sensaciones propioceptivas que el mismo movimiento nos genera, simplemente, nuestra atención no puede estar todo el tiempo en dos acciones distintas a la vez.
Sin embargo entrenando solo y al aire, nuestro rival imaginario, siempre recibe el movimiento perfecto de respuesta al suyo, lo que nos permite interiorizar el movimiento correcto y prestar atención a lo “interno” (las sensaciones propioceptivas, nos indican en esta dimensión de la práctica cuando hacemos o no las cosas de un modo correcto).
Además, debemos de trabajar forma en posturas altas y bajas, a velocidades muy lentas y a velocidades rápidas o muy incluso muy rápidas (no es cierto que el TCC solo se entrene a cámara lenta), e introducir en la práctica una idea o principio general que “explorar” durante su ejecución.
En este particular, los “10 puntos importantes para la práctica del TCC”, a mi me han sido y me son particularmente útiles.
Por supuesto, que las sensaciones en la práctica en solitario sean correctas, no implica para nada que el movimiento lo sea a la hora de combatir, aunque lo contrario, que las sensaciones sean incorrectas, si suele llevar aparejado que el movimiento no será práctico.
Para llegar a unir todos estos elementos necesitamos pasar por el banco de pruebas del tuishou, de la práctica por parejas con compañeros que colaboran, que no colaboran, que se resisten y que incluso intentan boicotear nuestro movimiento, mientras intentan, o directamente, nos hacen daño.
De ese modo ambas prácticas se alimentan la una a la otra y nos enriquecen.
En contraste, una práctica exclusivamente por parejas y no digamos si es en un ambiente de “dura resistencia”, tiene garantizado un progreso muy rápido con buenas dosis de efectividad…, pero sólo  a un nivel muy bajo de habilidad. Sencillamente, uno ha de progresar gradualmente y si no se hace así, lo que debería ser una larga escalera, se convierte en un insalvable muro, llegando demasiado pronto a nuestro “techo” de habilidad.
Con el método presentado, por contra, el progreso será más o menos rápido, pero no parece existir dicho techo.
De este modo, la práctica de formas “repetitivas, sin vida y monótonas”, constituye un método muy pobre y sin duda, enormemente sobrevalorado para lo poco que aportan.
Por otro lado, la práctica y estudio de las formas, constituyen una formidable herramienta de formación, de transmisión y de entrenamiento, que raramente es tomado en la consideración que merece.
Una frase que utilizo con frecuencia es que las técnicas y habilidades se aprenden con un compañero, pero se afianzan y mejoran en la práctica en solitario, específicamente y en gran medida, mediante el trabajo de forma.
Hay que considerar que el estudio de las formas, incluye necesariamente la práctica de rutinas completas, de secciones individuales con las variantes de pasos, alturas, etc., que consideremos oportuno, bajo el prisma de los principios de Tai chi chuan
Que este método de trabajo incluye la práctica de cada secuencia con compañeros, con diversos grados de colaboración y/o resistencia, así como un profundo estudio y comprensión de la teoría del sistema, para intentar plasmarla en cada movimiento, así como de los ejercicios correspondientes para incrementar nuestras habilidades específicas (kungfu), que han de estar presentes en cada movimiento que realicemos.
Desde estas líneas animo a todos a profundizar en la práctica y estudio de formas, para que sean un conocimiento vivo, un material de progreso y no un mero “baile para abuelas”.
Porque realmente, merece la pena.

Antonio Leyva




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