El temor se aleja cuando el guerrero empuña su
espada, pero hay temores que viven dentro de él.
Todo guerrero lleva dentro el temor a estar solo,
el temor al fracaso, a la opinión de los demás, al dolor, a veces teme escuchar
la verdad pensando que no la soportara, teme a la muerte, al odio de la gente,
al ridículo, teme al paso del tiempo, a verse viejo de pronto en el espejo,
teme al pasado aunque reconoce en él la razón de su hoy.
Pero el guerrero hoy hablo, con su interior, y sus
temores se disiparon.
Los ojos del alma vieron claramente y ahora ya no
teme.
El guerrero ahora ya no teme a la soledad, porque
se ama más así mismo, y sabe que en realidad nunca se está completamente solo
en el mundo, no existe lugar donde el hombre pueda estar solo.
Ahora no teme al fracaso, porque entiende que
únicamente se fracasa si no se intentan las cosas.
No teme a lo que opinaran de él los demás, porque
sabe que de todos modos la gente siempre hablara, aun cuando haga las cosas
bien.
Ya no teme al rechazo porque tiene que fe en sí
mismo. ¿Porque dudar de sí mismo?
Debe tener siempre fe en él mismo.
El dolor ya no lo aterra porque sabe que es
necesario para crecer, como también sabe que no hay dolor que sea eterno.
Ya no teme escuchar la verdad, porque entiende que
es mil veces mejor escuchar una verdad que duela, que la fealdad de las
mentiras.
No, ya no tiene miedo a la muerte. Ahora puede
mirarla a los ojos, sabe que no es el final, sino el comienzo.
Ya no teme al odio de la gente, porque entiende que
no es otra cosa más que ignorancia de un alma amargada y sin luz.
No teme al ridículo, porque ha aprendido a reírse
de sí mismo.
Ya no teme al paso del tiempo, ni a verse viejo en
el espejo, porque ha entendido que así se gana la sabiduría.
No teme lo pasado, ni a los recuerdos duros, porque
no pueden herirlo más.
"Comprendí la verdad de mis temores, ahora sé
que nunca se está a oscuras como en esta noche, que aunque no lo veamos siempre
hay luz en las estrellas".