Tai chi chuan fluye con la
vida como la expresión de algo que llevamos muy dentro.
Por eso, en realidad,
nuestro sublime arte carece de forma, porque así puede abarcarlas todas.
Nosotros no debemos aprender nuevas posiciones, sino olvidar las que ya sabemos
para dejar paso a la libertad que nace del corazón.
Ese movimiento del alma es
la esencia de Tai chi chuan que no puede ser descrito, como la lucha entre la
serpiente y la garza.
En un vaso lleno no cabe nada más, pero un vaso vacío
siempre está dispuesto a llenarse.
Quien cree saber, no conoce.
Quien conoce,
sabe que todavía le queda mucho por aprender.
Autor desconocido
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