domingo, 23 de octubre de 2016

Llenos de ira




Cuando una persona habla llena de ira, es porque está sufriendo mucho.
Y al estar sufriendo tanto, se llena de amargura.
Siempre está dispuesta a quejarse y a culpar a los demás de sus problemas. Por eso te resulta tan desagradable escucharla e intentas evitarla.
Para liberamos de la ira hemos de practicar.
Seamos cristianos, musulmanes, budistas, hindúes o judíos.
No podemos pedir al Buda, Jesús, Dios o Mahoma que quite la ira de nuestro corazón en nuestro lugar, sino que hay unas instrucciones concretas acerca de cómo transformar el deseo vehemente, la ira y la confusión de nuestro interior.
Si seguimos estas instrucciones y aprendemos a cuidar de nuestro sufrimiento, podremos ayudar a los demás a hacer lo mismo.
Supón que hay una familia en la que el padre y el hijo están enojados el uno con el otro.
No son capaces de comunicarse.
El padre sufre mucho y el hijo también.
No quieren quedar atrapados en la ira que sienten, pero tampoco saben cómo superarla.
Para comprender y transformar la ira, debemos aprender la práctica de escuchar compasivamente y de hablar con afecto.
Si escuchas con compasión, quizá alivies un poco el sufrimiento que siente; sin embargo, aunque lo hagas con la mejor intención del mundo, no podrás escucharla profundamente hasta que no hayas practicado el arte de escuchar compasivamente.
Si eres capaz de sentarte en silencio y escuchar con compasión a esa persona durante una hora, podrás aliviarla de mucho sufrimiento.
Escúchala con un único objetivo: para que pueda desahogarse y sufra menos.

Thich Nhat Hanh

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