Cuando
una persona habla llena de ira, es porque está sufriendo mucho.
Y
al estar sufriendo tanto, se llena de amargura.
Siempre está dispuesta a quejarse y a culpar a los demás de sus problemas. Por eso te resulta tan desagradable escucharla e intentas evitarla. Para liberamos de la ira hemos de practicar.
Seamos
cristianos, musulmanes, budistas, hindúes o judíos.
No
podemos pedir al Buda, Jesús, Dios o Mahoma que quite la ira de nuestro
corazón en nuestro lugar, sino que hay unas instrucciones concretas acerca de
cómo transformar el deseo vehemente, la ira y la confusión de nuestro
interior.
Si
seguimos estas instrucciones y aprendemos a cuidar de nuestro sufrimiento,
podremos ayudar a los demás a hacer lo mismo.
Supón que hay una familia en la que el padre y el hijo están enojados el uno con el otro.
No
son capaces de comunicarse.
El
padre sufre mucho y el hijo también.
No
quieren quedar atrapados en la ira que sienten, pero tampoco saben cómo
superarla.
Para comprender y transformar la ira, debemos aprender la práctica de escuchar compasivamente y de hablar con afecto. Si escuchas con compasión, quizá alivies un poco el sufrimiento que siente; sin embargo, aunque lo hagas con la mejor intención del mundo, no podrás escucharla profundamente hasta que no hayas practicado el arte de escuchar compasivamente.
Si
eres capaz de sentarte en silencio y escuchar con compasión a esa persona
durante una hora, podrás aliviarla de mucho sufrimiento.
Escúchala
con un único objetivo: para que pueda desahogarse y sufra menos.
Thich Nhat Hanh
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domingo, 23 de octubre de 2016
Llenos de ira
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