Nuestra
práctica la realizamos con el cuerpo.
No
obstante, debemos entender que el cuerpo no es una realidad fija inalterable,
sino que es un proceso en continua transformación.
Es
entonces con este cuerpo cambiante, con el flujo de esta realidad impermanente,
que despertamos a la totalidad.
Debemos
tomar consciencia del cuerpo, pero no como una posesión o como un vehículo,
sino como la manifestación visible de ese proceso continuo que somos.
No
se trata de disociarnos de nuestro cuerpo, sino de no identificarnos con él
como algo inmutable, fijo.
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