Ito Ittosai, incluso después de haberse convertido en un
experto y en un profesor famoso en el arte del sable, no estaba satisfecho de
su nivel.
A pesar de sus esfuerzos, tenía conciencia de que desde hacía
algún tiempo no conseguía progresar.
En efecto, los sutras cuentan que el Buda se sentó bajo una
higuera para meditar con la firme resolución de no moverse hasta que no
recibiera la comprensión última de la existencia del Universo.
Determinado a morir en ese mismo sitio antes que renunciar, el
Buda realizó su voto: despertó la Suprema Verdad.
Ito Ittosai se dirigió pues a un templo con el fin de
descubrir el secreto del arte del sable.
Durante 7 días y 7 noches estuvo consagrado a la meditación.
Al alba del octavo día, exhausto y desalentado por no haber conseguido
saber algo más se resignó a volver a su casa, abandonando toda esperanza de
penetrar el famoso secreto.
Después de salir del templo tomó una carretera rodeada de
árboles.
Cuando apenas había dado unos pasos, sintió de pronto una
presencia amenazante detrás de él y sin reflexionar se volvió al mismo tiempo
que desenvainaba el sable.
Entonces se dio cuenta que su gesto espontáneo acababa de
salvarle la vida. Un bandido yacía a sus pies con un sable en la mano.
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