martes, 16 de enero de 2018

Los ocho soles



LOS OCHO SOLES. 八个太阳。(Bā gè tàiyáng).

Hace mucho tiempo, la Tierra estaba iluminada por ocho soles.
La radiante luz deslumbraba a todo el mundo y... El inmenso calor secaba la tierra y los cultivos.
Un día decidieron que ocho soles eran demasiados, y que con uno sólo les bastaría para iluminar a todas las personas de la Tierra.
– ¡Vamos a cazar siete, les vamos a dar miedo y se apagarán!
Pactaron los hombres.
Y con esa idea, se fueron a buscar a un buen arquero, el que mejor puntería y fuerza tuviese para disparar sus flechas tan alto que llegarían a los siete soles, que se asustarían y se apagarían.
Al disparar la primera flecha, uno se apagó.
Disparó una segunda y otro desapareció.
Y así fue disparando y apagando soles hasta que, al llegar a la séptima flecha, hizo que se apagara el séptimo sol pero también el octavo y último.
En ese instante, la oscuridad reinó la tierra.
Siempre era de noche, la tierra era un lugar sombrío y frío, y las personas desgraciadas.
Necesitaban sol y calor para vivir.
–Tenemos que conseguir que vuelva el último sol.
Se lamentaban las mujeres.
–Tiene miedo de nosotros.
Respondían los hombres.
–En ese caso, pediremos a los animales su ayuda para hacer volver al sol.
Contestaron las mujeres.
Hicieron venir a una vaca, que mugió y mugió para llamar al sol a su retorno, pero éste no vino.
Hicieron venir entonces a un tigre, que estuvo rugiendo y rugiendo mucho rato, pero sin lograr su propósito, porque el sol se negaba a salir.
Hombres y mujeres temblaban de miedo, no sabían qué podían hacer para conseguir que el sol volviera.
Hicieron venir a un búho, que ululó toda la noche, pero sólo sirvió para que saliera una enorme luna blanca a descansar en medio del cielo negro.
Fue entonces cuando hombres y mujeres decidieron llamar al gallo.
Se puso a cantar tan fuerte que su cresta se enrojeció.
Pero siguió cantando y cantando con toda su garganta.
Entonces, tímidamente, una luz amarilla y cálida apareció sobre la tierra.
Era un sol que despuntaba sobre la línea del horizonte.
Poco a poco, mientras el gallo seguía cantando, el sol se iba alzando en el cielo e iluminaba las caras de todas las personas que lo esperaban.
Y desde ese momento cada mañana el gallo llama al sol para que ilumine la Tierra.

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