La práctica de Taijiquan necesita sinceridad.
Quizás hoy más que nunca es necesario permanecer pegados a la tierra, llegar al cielo es una condición de transformación pero debemos partir de la tierra.
La semilla brota, fija sus raíces en la tierra y comienza a crecer hasta convertirse en un gran árbol con fuertes raíces, hojas llenas de energía y ramas que tocan el cielo.
La fantasía, la ilusión que forman parte de nuestra existencia no se contemplan en la práctica del Taijiquan.
A lo largo del camino, los fundamentos, visualizaciones y percepciones que se derivan de ellos señalan naturalmente el camino.
Hay varios niveles que se pueden alcanzar...
Las verdaderas habilidades marciales no tienen la característica de la excepcionalidad, el arte del combate vive del instinto, la sensibilidad, la intención, el conflicto nunca tiene un buen 'sabor'.
Cultivar un qi positivo es el camino, cultivar la tranquilidad y la quietud, en un mundo que muchas veces creemos estar remando en contra; no es necesario trabajar para hacerse fuertes, es necesario comprometerse a resolver el germen del conflicto, esto es fundamental y hay que tenerlo presente mente en la práctica y en cada situación de la vida.
Así es como te quedas quieto, centrado, desapegado, abrazando amorosamente todo.
No es nada fácil pero este es el camino que, con disciplina, debemos seguir.
Dedicado a todos los practicantes que practican todos los días, que viven sus límites y condiciones con conciencia y serenidad, que quedan satisfechos con los pequeños resultados obtenidos y que, una vez finalizada la práctica diaria, se ilusionan con la práctica del día siguiente.
Gianfranco
Pace