En Tai Chi Chuan no existe primer
ataque.
¿Contra quién íbamos a luchar si
en nuestro cuerpo el tigre no encuentra siquiera un lugar donde clavar sus
garras?
Tai Chi Chuan nos enseña a
acompasar nuestra respiración con la respiración de la creación, a desoír el
ruido del mundo para unirnos al silencio del Tao, a dejar de danzar al son de
nuestro ego para comenzar a bailar con la música de las esferas, a cambiar la oscuridad de la mente por la Claridad de la
Conciencia, a dejar de ser yo para comenzar a ser todos.
En otros
estilos marciales te enseñarán la mejor manera de causar la muerte, Tai Chi Chuan sin embargo te enseña a unirte a la vida, a
preservar la vida y a convertirte en esa vida.
Como un
sumiller sabe distinguir los matices del vino, percibir su aroma y valorar su
proceso de envejecimiento, quien practica Tai Chi Chuan
intenta hacer lo mismo con su propia mente, distinguir sus procesos, reconocer
sus cambios y contemplar sus milagros para viajar hasta su propia esencia,
mirar y ver.
Del taichi al tao
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