Cuenta la historia que dos grandes maestros
de Tai Chi Chuan se desafiaron a un cruce de manos Tui Shou.
Ambos eran tan expertos en su práctica que el
tiempo pasaba y ninguno de los dos eran capaces de vencer al otro, todo el
tiempo era técnica contra técnica, los dos realizaban los movimientos con una
soltura y relajación tan armoniosa que en vez de perder energía o chi, se
recargaban en cada respiración.
Ambos tenían una gran inteligencia intuitiva,
adivinando cada una de las técnicas del adversario en el momento que lo
pensaban simplemente observando la expresiones de sus caras, mirándose
mutuamente a los ojos y teniendo una visión periférica de sus entornos, sus
mentes estaban vacías y entregadas completamente en armonizar y equilibrar cada
acción o intención del oponente, siendo ajenos al enorme grupo de personas que
los estaban observando, ajenos al tiempo que transcurría, ajenos a todo, iban
cambiando de técnica de tui shuo, de estáticos a desplazamientos, uno situaba
al otro con el sol enfrente para que lo deslumbrase y aprovechar a ocasión para
vencerlo. El otro llevó su contrincante por terreno pedregosos mientras la
multitud no veían fin a tal desafío.
El desafío no parecía acabar nunca cuando sin
pretenderlo terminaron en un campo de frutales, uno de ellos se quedó con la
mente ausente durante un segundo y el contrario lo aprovechó para lanzarlo por
los aires con una técnica.
El ganador ayudó al vencido a levantarse del
suelo y mientras lo hacía le preguntó:
-¿qué te ha pasado que te has quedado ausente
por un segundo?
Y el derrotado respondió:
-No he podido resistir la tentación de ver
esa ciruela, colgada del árbol, en su punto de madurez y todo su jugo dulce y
delicioso que me ha llamado la atención.
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