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La estación
cambia imperceptiblemente. La luz del amanecer es pálida. Las nubes van a la
deriva en el horizonte. A lo lejos nada se mueve. Es un amanecer tranquilo.
El árbol
permanece inmóvil, pero está cambiado. El aire de la mañana es cálido, la
hierba está húmeda. Las diminutas criaturas de la tierra se mueven en el
suelo.
Las crecidas
raíces del árbol se extienden en la tierra, llenas de incontables cambios en
su mundo oscuro y húmedo. Sus finos filamentos absorben el rocío que brilla
en el suelo.
La tierra
asciende a través del árbol. En el interior de su poderoso tronco, la vida se
estremece y despierta. Inmenso y solitario, el árbol está dando a luz. Se
abren nuevos brotes en el aire. Emergen hojas rizadas en miniatura, el
producto de los meses tranquilos y solitarios del invierno. El árbol está
profundamente sumido en el crecimiento. Su corteza está tensa. Innumerables células
están dando a luz.
Los vientos de
la mañana soplan a través del árbol que crece. En cada rama, los capullos y
flores tiemblan bajo la brisa. A cada rayo de sol aparecen nuevas hojas. Los
poros abiertos de las hojas respiran y llenan sus venas. El árbol está
envuelto por el silencio como una cascada. Permanece paralizado, inmóvil
entre el potente tirón de todos los filamentos de sus raíces y los pétalos
fragantes y evanescentes de sus ramas.
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El
camino de la energía
Maestro
Lam Kam Chuen
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