El
Yin, el Yang, y todo eso de lo que no hemos hablado
Hoy
quisiera hacer algo bien atrevido.
¿Tendrás
un poquito de apertura?
¿Ya
capté tu atención? Bueno, vamos.
Estamos
acostumbrados acá a hablar de Yin y Yang, de la naturaleza de los opuestos que
se complementan, y que tienen una dinámica de intercambio eterna.
Nada
es Yin o Yang por sí mismo, sino respecto de otra cosa, y ninguno es mejor
que el otro.
Simplemente
juntos es que se comprenden.
Siendo
así, vemos a nuestro alrededor y encontramos Yin y Yang por todos lados, no es
novedad.
Verlo
en todos lados es entender algo de la filosofía del taoísmo, pues aceptamos que
nada se queda quieto, ni siquiera la salud.
No
buscamos estar bien, del mismo modo que no buscamos estar mal.
Ambas
cosas son estáticas.
Normalmente
cuando decimos “quiero estar bien”, lo decimos con lágrimas en los ojos,
acurrucados en una esquina.
Decimos
que queremos estar bien porque estamos mal.
¿Alguien
quiere decir “quiero estar bien” después de esto?
No
se trata de estar de un modo o de otro, sino de saber cuándo empieza a haber
una tendencia hacia un lado para regresar al centro.
El
famoso centro es ese en el que podemos ver ambos lados con claridad, y podemos
tornar por ejemplo a la salud apenas sintamos que nos desviamos a la
enfermedad.
Si
estamos demasiado lejos del centro, la salud se nos ve complicadísima.
Sin
embargo, si Yin y Yang está en todo, ¿no funcionaría acaso en otros ámbitos?
Por
ejemplo, geografía y filosofía… Lugares e ideas.
Y
sí, pues. La famosa contraposición de Occidente y Oriente es nuestro Yin y Yang
social.
Tenemos
a los cristianos horrorizados con los tántricos, a los islámicos con los
mormones…
En
fin, dos opuestos que no se aceptan sino que se rechazan.
Lo
atrevido de hoy es que voy a hacer un ejercicio personal, después de leer un
par de cositas.
Si
no quieres experimentar, quédate acá.
Pero
si es tu deseo…
Recuerda
que fuiste tú quien escogió continuar.
¡Vamos!
Antes
de todo esto que llamamos Occidente, no estábamos tan lejos unos de otros.
Tampoco el mundo era tan grande.
Éramos
como un gran Oriente, con pantallazos occidentales.
La
filosofía, por ejemplo, esa monumental incubadora de occidentalización, nace
justo después de que los primeros pensadores buscaran la naturaleza de las cosas.
Heráclito,
por ejemplo, tenía ideas parecidas al taoísmo, pero con matices
diferentes.
Heráclito
trata de describirlo, y Lao Tsé camina por él…
Pero
que sean contrapuestas las posturas, ¿las hace opuestas? ¿O complementarias?
Vence la tentación del rechazo: tus ideas no podrían ser mejores que las de
otro, porque si no este texto no tiene sentido para ti: Yin y Yang no se
rechazan, sino que se alimentan mutuamente.
En
el corazón de Medio Oriente nace alguien que transformaría por completo nuestra
forma de ver las cosas.
La
vida de Jesús transcurre en un momento en el que había un rechazo también: se
amaba al amigo, y se odiaba al enemigo.
Jesús
llegó y dijo ya va, esto no es necesario.
Ámalos
a todos, y perdona…
La
conciliación del Yin y el Yang está, bajo esta óptica.
Y
antes de que saltes de la silla, recuerda que Yin y Yang están en los ojos de
quien mira.
Es
una forma de darle sentido a las cosas, así que se lo puedes aplicar a lo
que quieras, sin desmedro de la naturaleza de la cosa a la que se lo aplicas.
Así
que, sigamos.
Y
aquí vienen las cositas que me dieron la idea de este texto: ¿alguno ha leído
sobre que Jesús desapareció unos años?
Leí
una vez un texto en el que se decía que no andaba de parranda, sino en un
peregrinaje a otra civilización incluso más antigua: la India.
Allí,
a través de técnicas de yoga (no pongas esa cara, es una cita de una
lectura, y esto es un experimento…
Ya,
tranquilo), logró lo que el yoga es: unión con Dios.
Siendo
así, ¿no estaría fácil decir “soy Dios” si es uno con él?
Nada
del otro mundo. O sí.
Y
si pactamos con todo esto, pactamos con todas las piezas: podemos hablar de
Cábala y decir que el judaísmo creía en la reencarnación.
Podríamos
decir que, según algunos estudios, Juan Bautista y Jesús no son sino Elías y
Elisha, del mismo Libro, pero reencarnados en sus facetas de maestro y alumno.
Estos
dos, por si no te suenan, tenían esa relación maestro/alumno, pero Elías
cometió un hecho violento: mandó a decapitar a mucha gente.
En
una nueva oportunidad, luego del peregrinaje de Jesús, su primo Juan lo recibe
y ya lo ve como alguien totalmente realizado, así que le cede la batuta, y
simbólicamente lo baña en el río Jordán, como para sentar el precedente
simbólico.
A
Jesús, según la historia oficial, le increpan una vez: algunos dicen que tú
eres Elías. A lo que él responde “pues no, Elías ya vino y no lo conocieron”.
¿Se
referiría a su eterno maestro Juan Bautista, de quien no supieron su anterior
identidad?
A
Juan Bautista lo apresa Herodes, por capricho de su mujer: ella sólo quería que
su esposo le trajera la cabeza de Juan en una bandeja…
Y
si de cuestiones kármicas se trata, acá hay para todo.
Murió
igual que como Elías hizo en su momento a otros.
Más
adelante, a Jesús colgado en la cruz, se le oye decir Eli, Eli… Lama sabactani.
Y
allá abajo, a sus pies cansados, lejos de la boca reseca y susurrante, los
soldados dicen este llama a Elías.
¿Tengo
algo que agregar, si este es un lamento desesperado a su querido maestro,
cuando aun hay aliento?
Sin
embargo, más allá de su muerte, tan definitoria para nosotros los occidentales,
acostumbrados a ver imágenes de su cuerpo agonizante, y las palabras de su vida
(más importante aún que su muerte), guardadas ahora en tu biblioteca.
Precisamente,
caminando por las calles de Rosario, noté unas palabras constantes en las
paredes, una cita: Juan 3:16.
Buscando
esta cita encontré una declaración, tanto nos aman que nos mandan al que es uno
con Dios (¿Un yogui?).
Esto
se lo dice Jesús a Nicodemo, pero más importante para mí está el texto
alrededor de esta cita.
Jesús
dice que sólo el nacimiento con agua y espíritu te completa.
Nicodemo
no lo entiende. Pero ojo, esto es un experimento, recuerda.
Viene
la artillería pesada:
Cuando
Jesús lega a Pablo de Tarso comunicar sus ideas, él llega a Grecia, y expone
vivamente lo que sabe, lo que cree, y lo que hasta hace poco perseguía.
Y
se le ríen en la cara.
Grecia
tenía gente pensante, racional: la definición aristotélica de humano, animal
racional.
Tienen
montones de dioses también en la época.
Pero
bueno, podría haber dicho Pablo, ¿cómo traigo espíritu a esta gente que se
vanagloria de la razón?
Pues
hubo que pactar.
Y
los pensadores griegos quizá hayan hecho un galimatías para poder explicar lo
que este señor de Oriente traía caminando por esos caminos.
Sobre
todo porque la sabiduría no venía de estas cosas nuevas, sino de Delfos.
Delfos
era donde estaba el Oráculo: las sacerdotisas hablaban al que necesitara oír:
las mujeres curaban, su naturaleza femenina acogía, recibía, y sanaba.
Esto
había que cambiarlo: había que combatirlo por una cuestión de poder, para que
la nueva corriente de pensamiento se asentara sin compartirse.
Así
que transformamos la labor curadora femenina en el oficio más antiguo del
mundo. Y estas palabras, que podrían satisfacer a un griego acongojado, se
transformaron en el dolor de cabeza de los occidentales hasta hoy.
Se
había resemantizado.
Como
un pequeño paréntesis, Deena Metzger nos cuenta que las sacerdotisas (o
“prostitutas sagradas”), en Mesopotamia, eran llamadas Quedishtu (la no
contaminada), permitían acceder a lo sagrado.
Se
les asocia a la diosa Astarté (la del útero), cuando posteriormente, en el
Antiguo Testamento, se le menciona como Astoreth (la cosa vergonzosa).
En
torno al siglo IV incluso hay textos que declaran que la mujer debería incluso
darle vergüenza verse a sí misma desnuda, hasta embarazada.
Sin
duda las ansias de poder de la época, los miedos de unos pocos, permean en el
tiempo, y se vuelven los miedos de todos.
El
ciclo empieza a cerrarse cuando son tomadas las viejas ideas (Dioniso,
Afrodita), que eran considerados liberadores en Grecia, y la gente del nuevo
pensamiento (sin intenciones sino de lograr que se asentara la nueva visión
integradora), sustituyeron conceptos en vez de adaptarlos, y transformaron a
Dioniso y a Pan, admirados como los dioses que eran, en un ser maligno bastante
parecido, con pezuñas y cuernos.
Había
que rechazar lo que nos era hasta ese momento normal, y necesario.
El
ciclo del miedo se termina de cerrar cuando el Sheol (aquel sitio con nombre
hebreo que se refería al lugar donde vamos todos después de morir, según la
tradición de la época, y es un lugar de descanso), repito, el Sheol se torna el
infierno.
Convertimos
al miedo en un medio de control.
La
gente se la pasa atemorizada, con autorrechazo.
El
único consuelo es otorgado en donde originalmente se idearon estos miedos.
Esto
es importante: no vas a salir a la calle en este preciso momento a quemar
iglesias, ni a condenar sacerdotes.
La
gente y la institución de ahora no pagan por la responsabilidad de las
intenciones de los fundadores.
Es
como que trataras de quemar un banco porque el cajero te trata mal.
Y
aunque el cajero ama su trabajo, está encadenado a la silla.
¿Puedes
condenar al cajero porque no te trate bien?
¿Podrías
condenar a un cura por la negación del acceso a lo sagrado?
¿Podrías
condenar a la empresa donde trabaja, o invitarte a repensar para ti mismo la
misión/visión de esa empresa?
Los
bancos son necesarios igualmente, ¿sabes?
Lo
innecesario son las cadenas.
Total
que, para ser claros: se me ocurrió algo en torno a lo que, según la Biblia, le
dice Jesús a Nicodemo.
Recordemos
que estamos experimentando con que Jesús fue a la India (de la cual viene el
tantra, no lo olvides), y de pronto dice que el renacimiento tiene que ver con nacer
en agua, y en espíritu.
(¡Al
fin Medicina Tradicional China!).
El
agua en Medicina Tradicional China se relaciona con los riñones, y éstos con
las funciones corporales más importantes en la preservación de la especie.
En
otras tradiciones, con la Kundalini.
La
Kundalini no es sino la expresión femenina para el yoga, Shakti, en nosotros,
que no busca sino unirse con Shiva (lo masculino), en la tradición hindú, para
la consecución del equilibrio.
¿Empiezas
a ver por dónde viene la cosa?
En
Occidente nos enfocamos tanto en Shiva (lo Yang), que nos olvidamos de Shakti
(lo Yin), lo condenamos.
Tanto
a lo femenino en cuanto Yin, como lo sexual en cuanto agua, así que condenamos
a la mujer misma, y a lo femenino de todos.
El
resultado es una sociedad aterrorizada incluso de su propio cuerpo: el rechazo
a la desnudez y al cuerpo es lo más suicida de todo esto: todos buscan
cambiarse lo más rápidamente posible, adaptándose a referencias externas,
cuando todos somos diferentes.
Podamos
un árbol para hacer un árbol regular, y todas las ramas eran únicas y
diferentes.
Freud
aplaudiría, me imagino.
Cómo
no enfermarte si te trastorna la visión de lo que ves de ti mismo y de los
otros.
Y
así como al sacerdote hablando con pasión de espíritu al que ya nadie oye, o a
la pornografía vista en secreto hasta hace muy poco, odiada en público por
todos.
Son
dos extremos en lucha, en rechazo, y el rechazo hace que se alejen de sí, lo
que transforma a la homilía en más extrema homilía, y a la pornografía en más
extrema pornografía.
Rechazándose,
se alejan, para rechazarse más.
Y
así hacemos lo que siempre hemos hecho desde hace poco más de cien años: la
moral victoriana que rechaza a la mujer, y la moral de la liberación de los 60s
en la que hay que resemantizar a toda velocidad la feminidad.
Y
del mismo modo a los hombres se les condena hasta por llorar.
Bueno
no hay mucho más que decir, salvo que recordemos los primeros párrafos.
Copio
el que aceptaste de primerito, sin chistar:
“Siendo
así, vemos a nuestro alrededor y encontramos Yin y Yang por todos lados, no es
novedad. Verlo en todos lados es entender la filosofía del taoísmo, pues
aceptamos que nada se queda quieto, ni siquiera la salud. No buscamos estar
bien, del mismo modo que no buscamos estar mal. Ambas cosas son estáticas.
Normalmente cuando decimos “quiero estar bien”, lo decimos con lágrimas en los
ojos, acurrucados en una esquina. Decimos que queremos estar bien porque
estamos mal. ¿Alguien quiere decir “quiero estar bien” después de esto? No se
trata de estar de un modo o de otro, sino de saber cuándo empieza a haber una
tendencia hacia un lado para regresar al centro. El famoso centro es ese en el
que podemos ver ambos lados con claridad, y podemos tornar por ejemplo a la
salud apenas sintamos que nos desviamos a la enfermedad. Si estamos demasiado
lejos del centro, la salud se nos ve complicadísima.”
El
espíritu y el agua son ambos necesarios para el equilibrio, lo dice ese Libro
en tu biblioteca.
¿Y
si entendimos mal?
¿Y
si hubiese sido demasiado simbólico el bautismo de Juan para darnos cuenta de
que el que tenga ojos que vea apuntaba a otro lado?
Esto
es sólo un experimento, recuerda, así como recuerda también que podemos ver Yin
y Yang en todo.
Así
que cuerpo y alma son dos componentes de una misma cosa.
¿Espíritu
de qué es esto, si no hay cuerpo, y qué alberga esta cosa de piel, músculo y
huesos, sino a un espíritu?
¿Me
puedes decir qué espíritu vas a cultivar si te duele el cuerpo, si las
enfermedades y el rechazo y el miedo te distraen?
En
la Medicina Tradicional China no se busca Yin ni Yang (ni pornografía ni
homilía), sino saber y aceptar cuándo toca cada cosa, porque la sabiduría en
esto no es sólo ver dónde está qué cosa, sino saber cómo andar entre ellos.
De
lo bueno poco, dicen.
Lo bueno
es relativo, dicen.
Juntemos:
lo que sea bueno en el momento, y en el lugar, es lo que hay que buscar.
Y
eso sólo lo sabemos oyendo tanto a la mente como al cuerpo, hay que escuchar
ambas voces.
Juntas
son tu verdadera voz.
El
centro de todas las cosas no es tan escandaloso como los extremos: es solo amor.
Capaz
y hoy, si dejan de rechazarse Oriente y Occidente, pueden complementarse, pues
nunca estuvieron erradas ninguna de las posturas: sólo estaban solas.
Quizá
sea momento de sanar un poquito.
1 comentario:
ME INTERECE MUCHO UNA VES QUE EMPECE A LEERCON MUCHO INTERES NO PODIA DEJARLO PARA MAÑANA LO AGRADESCO ES ALGO PARA PENSAR
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