sábado, 3 de junio de 2017

El Yin, el Yang, y todo eso de lo que no hemos hablado


El Yin, el Yang, y todo eso de lo que no hemos hablado
Hoy quisiera hacer algo bien atrevido.
¿Tendrás un poquito de apertura?
 ¿Ya capté tu atención? Bueno, vamos.
 Estamos acostumbrados acá a hablar de Yin y Yang, de la naturaleza de los opuestos que se complementan, y que tienen una dinámica de intercambio eterna.
Nada es Yin o Yang por sí mismo, sino respecto de otra cosa, y ninguno es mejor que el otro.
Simplemente juntos es que se comprenden.
 Siendo así, vemos a nuestro alrededor y encontramos Yin y Yang por todos lados, no es novedad.
Verlo en todos lados es entender algo de la filosofía del taoísmo, pues aceptamos que nada se queda quieto, ni siquiera la salud.
No buscamos estar bien, del mismo modo que no buscamos estar mal.
Ambas cosas son estáticas.
Normalmente cuando decimos “quiero estar bien”, lo decimos con lágrimas en los ojos, acurrucados en una esquina.
Decimos que queremos estar bien porque estamos mal.
¿Alguien quiere decir “quiero estar bien” después de esto?
No se trata de estar de un modo o de otro, sino de saber cuándo empieza a haber una tendencia hacia un lado para regresar al centro.
El famoso centro es ese en el que podemos ver ambos lados con claridad, y podemos tornar por ejemplo a la salud apenas sintamos que nos desviamos a la enfermedad.
Si estamos demasiado lejos del centro, la salud se nos ve complicadísima.
Sin embargo, si Yin y Yang está en todo, ¿no funcionaría acaso en otros ámbitos?
Por ejemplo, geografía y filosofía… Lugares e ideas.
Y sí, pues. La famosa contraposición de Occidente y Oriente es nuestro Yin y Yang social.
Tenemos a los cristianos horrorizados con los tántricos, a los islámicos con los mormones…
En fin, dos opuestos que no se aceptan sino que se rechazan.
Lo atrevido de hoy es que voy a hacer un ejercicio personal, después de leer un par de cositas.
Si no quieres experimentar, quédate acá.
Pero si es tu deseo…
Recuerda que fuiste tú quien escogió continuar.
¡Vamos!
Antes de todo esto que llamamos Occidente, no estábamos tan lejos unos de otros. Tampoco el mundo era tan grande.
Éramos como un gran Oriente, con pantallazos occidentales.
La filosofía, por ejemplo, esa monumental incubadora de occidentalización, nace justo después de que los primeros pensadores buscaran la naturaleza de las cosas.
Heráclito, por ejemplo, tenía ideas  parecidas al taoísmo, pero con matices diferentes.
Heráclito trata de describirlo, y Lao Tsé camina por él…
Pero que sean contrapuestas las posturas, ¿las hace opuestas? ¿O complementarias? Vence la tentación del rechazo: tus ideas no podrían ser mejores que las de otro, porque si no este texto no tiene sentido para ti: Yin y Yang no se rechazan, sino que se alimentan mutuamente.
 En el corazón de Medio Oriente nace alguien que transformaría por completo nuestra forma de ver las cosas.
La vida de Jesús transcurre en un momento en el que había un rechazo también: se amaba al amigo, y se odiaba al enemigo.
Jesús llegó y dijo ya va, esto no es necesario.
Ámalos a todos, y perdona…
La conciliación del Yin y el Yang está, bajo esta óptica.
Y antes de que saltes de la silla, recuerda que Yin y Yang están en los ojos de quien mira.
Es una forma de darle sentido  a las cosas, así que se lo puedes aplicar a lo que quieras, sin desmedro de la naturaleza de la cosa a la que se lo aplicas.
Así que, sigamos.
 Y aquí vienen las cositas que me dieron la idea de este texto: ¿alguno ha leído sobre que Jesús desapareció unos años?
Leí una vez un texto en el que se decía que no andaba de parranda, sino en un peregrinaje a otra civilización incluso más antigua: la India.
Allí, a través de técnicas  de yoga (no pongas esa cara, es una cita de una lectura, y esto es un experimento…
Ya, tranquilo), logró lo que el yoga es: unión con Dios.
Siendo así, ¿no estaría fácil decir “soy Dios” si es uno con él?
Nada del otro mundo. O sí.
Y si pactamos con todo esto, pactamos con todas las piezas: podemos hablar de Cábala y decir que el judaísmo creía en la reencarnación.
Podríamos decir que, según algunos estudios, Juan Bautista y Jesús no son sino Elías y Elisha, del mismo Libro, pero reencarnados en sus facetas de maestro y alumno.
Estos dos, por si no te suenan, tenían esa relación maestro/alumno, pero Elías cometió un hecho violento: mandó a decapitar a mucha gente.
 En una nueva oportunidad, luego del peregrinaje de Jesús, su primo Juan lo recibe y ya lo ve como alguien totalmente realizado, así que le cede la batuta, y simbólicamente lo baña en el río Jordán, como para sentar el precedente simbólico.
 A Jesús, según la historia oficial, le increpan una vez: algunos dicen que tú eres Elías. A lo que él responde “pues no, Elías ya vino y no lo conocieron”.
¿Se referiría a su eterno maestro Juan Bautista, de quien no supieron su anterior identidad?
 A Juan Bautista lo apresa Herodes, por capricho de su mujer: ella sólo quería que su esposo le trajera la cabeza de Juan en una bandeja…
Y si de cuestiones kármicas se trata, acá hay para todo.
Murió igual que como Elías hizo en su momento a otros.
Más adelante, a Jesús colgado en la cruz, se le oye decir Eli, Eli… Lama sabactani.
Y allá abajo, a sus pies cansados, lejos de la boca reseca y susurrante, los soldados dicen este llama a Elías.
¿Tengo algo que agregar, si este es un lamento desesperado a su querido maestro, cuando aun hay aliento?
Sin embargo, más allá de su muerte, tan definitoria para nosotros los occidentales, acostumbrados a ver imágenes de su cuerpo agonizante, y las palabras de su vida (más importante aún que su muerte), guardadas ahora en tu biblioteca.
Precisamente, caminando por las calles de Rosario, noté unas palabras constantes en las paredes, una cita: Juan 3:16.
Buscando esta cita encontré una declaración, tanto nos aman que nos mandan al que es uno con Dios (¿Un yogui?).
Esto se lo dice Jesús a Nicodemo, pero más importante para mí está el texto alrededor de esta cita.
Jesús dice que sólo el nacimiento con agua y espíritu te completa.
Nicodemo no lo entiende. Pero ojo, esto es un experimento, recuerda.
Viene la artillería pesada:
Cuando Jesús lega a Pablo de Tarso comunicar sus ideas, él llega a Grecia, y expone vivamente lo que sabe, lo que cree, y lo que hasta hace poco perseguía.
Y se le ríen en la cara.
 Grecia tenía gente pensante, racional: la definición aristotélica de humano, animal racional.
Tienen montones de dioses también en la época.
 Pero bueno, podría haber dicho Pablo, ¿cómo traigo espíritu a esta gente que se vanagloria de la razón?
Pues hubo que pactar.
Y los pensadores griegos quizá hayan hecho un galimatías para poder explicar lo que este señor de Oriente traía caminando por esos caminos.
Sobre todo porque la sabiduría no venía de estas cosas nuevas, sino de Delfos.
Delfos era donde estaba el Oráculo: las sacerdotisas hablaban al que necesitara oír: las mujeres curaban, su naturaleza femenina acogía, recibía, y sanaba.
 Esto había que cambiarlo: había que combatirlo por una cuestión de poder, para que la nueva corriente de pensamiento se asentara sin compartirse.
Así que transformamos la labor curadora  femenina en el oficio más antiguo del mundo. Y estas palabras, que podrían satisfacer a un griego acongojado, se transformaron en el dolor de cabeza de los occidentales hasta hoy.
Se había resemantizado.
Como un pequeño paréntesis, Deena Metzger nos cuenta que las sacerdotisas (o “prostitutas sagradas”), en Mesopotamia, eran llamadas Quedishtu (la no contaminada), permitían acceder a lo sagrado.
Se les asocia a la diosa Astarté (la del útero), cuando posteriormente, en el Antiguo Testamento, se le menciona como Astoreth (la cosa vergonzosa).
 En torno al siglo IV incluso hay textos que declaran que la mujer debería incluso darle vergüenza verse a sí misma desnuda, hasta embarazada.
Sin duda las ansias de poder de la época, los miedos de unos pocos, permean en el tiempo, y se vuelven los miedos de todos.
El ciclo empieza a cerrarse cuando son tomadas las viejas ideas (Dioniso, Afrodita), que eran considerados liberadores en Grecia, y la gente del nuevo pensamiento (sin intenciones sino de lograr que se asentara la nueva visión integradora), sustituyeron conceptos en vez de adaptarlos, y transformaron a Dioniso y a Pan, admirados como los dioses que eran, en un ser maligno bastante parecido, con pezuñas y cuernos.
Había que rechazar lo que nos era hasta ese momento normal, y necesario.
 El ciclo del miedo se termina de cerrar cuando el Sheol (aquel sitio con nombre hebreo que se refería al lugar donde vamos todos después de morir, según la tradición de la época, y es un lugar de descanso), repito, el Sheol se torna el infierno.
Convertimos al miedo en un medio de control.
La gente se la pasa atemorizada, con autorrechazo.
El único consuelo es otorgado en donde originalmente se idearon estos miedos.
Esto es importante: no vas a salir a la calle en este preciso momento a quemar iglesias, ni a condenar sacerdotes.
La gente y la institución de ahora no pagan por la responsabilidad de las intenciones de los fundadores.
Es como que trataras de quemar un banco porque el cajero te trata mal.
Y aunque el cajero ama su trabajo, está encadenado a la silla.
¿Puedes condenar al cajero porque no te trate bien?
¿Podrías condenar a un cura por la negación del acceso a lo sagrado?
¿Podrías condenar a la empresa donde trabaja, o invitarte a repensar para ti mismo la misión/visión de esa empresa?
Los bancos son necesarios igualmente, ¿sabes? 
Lo innecesario son las cadenas.
Total que, para ser claros: se me ocurrió algo en torno a lo que, según la Biblia, le dice Jesús a Nicodemo.
Recordemos que estamos experimentando con que Jesús fue a la India (de la cual viene el tantra, no lo olvides), y de pronto dice que el renacimiento tiene que ver con nacer en agua, y en espíritu.
 (¡Al fin Medicina Tradicional China!).
 El agua en Medicina Tradicional China se relaciona con los riñones, y éstos con las funciones corporales más importantes en la preservación de la especie.
En otras tradiciones, con la Kundalini.
La Kundalini no es sino la expresión femenina para el yoga, Shakti, en nosotros, que no busca sino unirse con Shiva (lo masculino), en la tradición hindú, para la consecución del equilibrio.
 ¿Empiezas a ver por dónde viene la cosa?
En Occidente nos enfocamos tanto en Shiva (lo Yang), que nos olvidamos de Shakti (lo Yin), lo condenamos.
Tanto a lo femenino en cuanto Yin, como lo sexual en cuanto agua, así que condenamos a la mujer misma, y a lo femenino de todos.
 El resultado es una sociedad aterrorizada incluso de su propio cuerpo: el rechazo a la desnudez y al cuerpo es lo más suicida de todo esto: todos buscan cambiarse lo más rápidamente posible, adaptándose a referencias externas, cuando todos somos diferentes.
Podamos un árbol para hacer un árbol regular, y todas las ramas eran únicas y diferentes.
 Freud aplaudiría, me imagino.
Cómo no enfermarte si te trastorna la visión de lo que ves de ti mismo y de los otros.
Y así como al sacerdote hablando con pasión de espíritu al que ya nadie oye, o a la pornografía vista en secreto hasta hace muy poco, odiada en público por todos.
Son dos extremos en lucha, en rechazo, y el rechazo hace que se alejen de sí, lo que transforma a la homilía en más extrema homilía, y a la pornografía en más extrema pornografía.
Rechazándose, se alejan, para rechazarse más.
Y así hacemos lo que siempre hemos hecho desde hace poco más de cien años: la moral victoriana que rechaza a la mujer, y la moral de la liberación de los 60s en la que hay que resemantizar a toda velocidad la feminidad.
 Y del mismo modo a los hombres se les condena hasta por llorar.
 Bueno no hay mucho más que decir, salvo que recordemos los primeros párrafos.
Copio el que aceptaste de primerito, sin chistar:
“Siendo así, vemos a nuestro alrededor y encontramos Yin y Yang por todos lados, no es novedad. Verlo en todos lados es entender la filosofía del taoísmo, pues aceptamos que nada se queda quieto, ni siquiera la salud. No buscamos estar bien, del mismo modo que no buscamos estar mal. Ambas cosas son estáticas. Normalmente cuando decimos “quiero estar bien”, lo decimos con lágrimas en los ojos, acurrucados en una esquina. Decimos que queremos estar bien porque estamos mal. ¿Alguien quiere decir “quiero estar bien” después de esto? No se trata de estar de un modo o de otro, sino de saber cuándo empieza a haber una tendencia hacia un lado para regresar al centro. El famoso centro es ese en el que podemos ver ambos lados con claridad, y podemos tornar por ejemplo a la salud apenas sintamos que nos desviamos a la enfermedad. Si estamos demasiado lejos del centro, la salud se nos ve complicadísima.”
 El espíritu y el agua son ambos necesarios para el equilibrio, lo dice ese Libro en tu biblioteca.
¿Y si entendimos mal?
¿Y si hubiese sido demasiado simbólico el bautismo de Juan para darnos cuenta de que el que tenga ojos que vea apuntaba a otro lado?
Esto es sólo un experimento, recuerda, así como recuerda también que podemos ver Yin y Yang en todo.
 Así que cuerpo y alma son dos componentes de una misma cosa.
¿Espíritu de qué es esto, si no hay cuerpo, y qué alberga esta cosa de piel, músculo y huesos, sino a un espíritu?
¿Me puedes decir qué espíritu vas a cultivar si te duele el cuerpo, si las enfermedades y el rechazo y el miedo te distraen?
En la Medicina Tradicional China no se busca Yin ni Yang (ni pornografía ni homilía), sino saber y aceptar cuándo toca cada cosa, porque la sabiduría en esto no es sólo ver dónde está qué cosa, sino saber cómo andar entre ellos.
De lo bueno poco, dicen.
Lo bueno es relativo, dicen.
Juntemos: lo que sea bueno en el momento, y en el lugar, es lo que hay que buscar.
Y eso sólo lo sabemos oyendo tanto a la mente como al cuerpo, hay que escuchar ambas voces.
Juntas son tu verdadera voz.
El centro de todas las cosas no es tan escandaloso como los extremos: es solo amor.
Capaz y hoy, si dejan de rechazarse Oriente y Occidente, pueden complementarse, pues nunca estuvieron erradas ninguna de las posturas: sólo estaban solas.
Quizá sea momento de sanar un poquito.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ME INTERECE MUCHO UNA VES QUE EMPECE A LEERCON MUCHO INTERES NO PODIA DEJARLO PARA MAÑANA LO AGRADESCO ES ALGO PARA PENSAR