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Había una vez un samurái que solía tener la costumbre de pasear con su perro al cual tenía una gran estima. Un día, su perro se alejó de él y jugueteaba con las hojas que caían de los árboles. Más grande fue la sorpresa del samurái, cuando de repente su perro se lanzó corriendo contra él con aire fiero. El samurái, que estaba bien entrenado, desenvaino su espada y justo cuando el perro saltó le cortó la cabeza. El samurái no entendió por qué de repente su fiel perro se puso en contra suya. Entonces, elevó la cabeza y vio como una serpiente, que estaba en una rama, se estaba acercando peligrosamente a él. Cuando el samurái comprendió que lo que intentaba su perro era salvarle y no lastimarle, lloró amargamente. Fue entonces cuando recordó una vieja enseñanza de su maestro: ‘El sentido de una acción no siempre es fácil de interpretar. Por eso, antes de
desenvainar tu espada, asegúrate que esa es tu única opción’. Fuente: Carlos Cristobal |
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