El
sabio, el que comprendió más allá del entender, ve todas las cosas y cada
detalle a la luz de la verdad que distingue sin juzgar.
Sabe
qué hacer y qué no hacer con aquello que distingue. Al decir del Tao, está en
el centro del círculo y ahí se mantiene mientras el “sí” y el “no” se persiguen
en torno a la circunferencia.
“Los
hombres verdaderos no tenían miedo cuando se encontraban solos en sus puntos de
vista... respiraban profundamente desde los talones”.
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