viernes, 15 de mayo de 2015

Puede observar con calma

 
 
EL maestro se echaba a reír diciendo:
-"El principiante es el único que trata de tensar el arco con su fuerza muscular; yo lo hago simplemente con Ki ". 
Ki, o sea, con la fuerza universal, de la que participamos en nuestro Ser esencial.
Con el Hara hay que aprender a sentirla, y a dejarla venir, al contrario de como se hace con la fuerza movida por la voluntad, la fuerza del "hacer".
El hombre que está en el Hara sabe también esperar.
Cualquiera que sea la situación en la que se encuentre, da muestras de paciencia y siempre tiene tiempo.
Puede observar con calma, sin sentirse obligado a intervenir si algo le desagrada.
Cuanto más haya avanzado en la práctica del Hara, habiendo aprendido a conocer esta fuerza que le confiere calma y paciencia, toma antes conciencia de aquellos momentos en que deja el centro "justo", cayendo bajo el influjo del Yo egocéntrico.
Y, con naturalidad, y sin quererlo, recupera el centro.
El hombre que dispone de Hara, está en calma.
También el Hara ejerce una virtud curativa con respecto al nerviosismo, bajo cualquier forma que se presente.
Desaparece la agitación, y los ligeros movimientos involuntarios.
Se podría decir que en el cuerpo se produce un reconciliación, una paz interior que no es sinónimo de falta de vida, sino expresión de una fuerza concentrada en el centro vital, fuente de seguridad, y una armonía a la vez viva, "vibrante" y apacible, de ese todo que es el hombre.
Quienes no disponen del Hara, pierden fácilmente la forma.
Enseguida montan en cólera, son de salud frágil, y ante la adversidad, pierden pronto su porte.
Por el contrario, en aquel que está en el Hara, los motivos de irritación no le prenden, o bien dan paso a una enérgica reacción que es testimonio de la fuerza que le confiere el Hara.

Desconozco el autor
 

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