Si no somos capaces de incentivar a nuestros alumnos para que investiguen y aprendan con otros docentes, ni de permitirles equivocarse para que después puedan progresar, estaremos convirtiendo nuestro sistema en algo cerrado y estancado.
El maestro que se dedica a criticar a los demás profesores o escuelas seguramente necesita que quienes le escuchan le apoyen y valoren.
Es posible que, en realidad, se sienta inseguro de lo que enseña, que tenga miedo y decida competir con el vecino.
Es también un problema ético:
¿Quién nos da derecho a juzgar y sentenciar a otros, colocándonos para eso por encima de ellos?
¿Dónde
está la humildad que tanto pretendemos lucir?
Puede también ocurrir que alguno de nosotros descubra algo interesante para la
práctica del arte o para su estructuración, evolución y transmisión.
Pero esto tampoco nos da el derecho de creernos superiores ni de llegar a despreciar a quienes piensan de distinta forma.
Nada más alejado de lo que, en mi opinión, pretendemos conseguir con el arte.
Cuando leí por primera vez el Tao Te Ching de Lao Tse, lo que más me impactó fue la insistencia en la humildad.
¿Hacia dónde vamos si en lugar de entregarnos a la práctica y su transmisión empleamos la mayor parte de nuestra energía en desvalorizar a los demás y en justificar nuestro enfoque como el único o el mejor?
Lo
que conseguimos así es, precisamente, desprestigiar al Tai Chi Chuan.
Otro aspecto negativo de todo esto es cuando afecta a nuestras relaciones
personales.
He visto relaciones de amistad de muchos años, incluso de pareja, que se han roto a partir de un desencuentro sobre el enfoque del Tai Chi.
Me resulta muy triste, porque creo que, en realidad, ninguno puede aceptar que la persona a la que quiere evolucione de una manera diferente en su práctica.
Cuando
nos ocurren este tipo de cosas deberíamos preguntarnos si estamos entendiendo
la Vía, si realmente sabemos para qué practicamos.
Todo esto es motivo suficiente para promover y aconsejar los encuentros
abiertos o festivales de Tai Chi Chuan, ya que ayudan a romper barreras, quitar
miedos y, sobre todo, a compartir y aprender.
No seamos tan soberbios de creer que tenemos todo lo que necesitamos, abramos nuestra mente a otros enfoques.
Eso sí, con un buen criterio propio para saber dónde está el grano y dónde la paja.
Creo que merece la pena estar abierto y respetar los diferentes puntos de vista de nuestra práctica, evitando pensar que el nuestro es el auténtico.
La duda, sin que llegue a ser obsesiva, es un buen síntoma de apertura y de búsqueda, ambas imprescindibles en nuestro camino.
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