Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro
por medio del mismo tigre.
El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de
Dios y se dijo a sí mismo:
“Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando
plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito”.
Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía
nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una
Voz que le decía:
«¡Oh, tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos
a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro
mutilado».
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