Una
rana, que era un filósofo, vio al ciempiés, lo observó y empezó a preocuparse.
Con
lo difícil que ya resulta caminar con cuatro patas, y ese ciempiés lo hacía con
cien: ¡es un milagro!
¿Cómo
decidirá el ciempiés qué pata mover antes y cuál después, y cuál después de
ésta? ¡Y así hasta cien!
Así
que la rana paró al ciempiés y le hizo una pregunta:
-Soy
un filósofo y tú me dejas pasmado.
Eso
me ha provocado un problema que no puedo resolver. ¿Cómo caminas? ¿Cómo te las
arreglas? ¡Parece algo imposible!
El
ciempiés dijo:
-He
andado toda mi vida pero nunca he pensado en ello. Ahora que lo dices, me lo
pensaré y ya te contestaré.
El
pensamiento entró por primera vez en la conciencia del ciempiés.
En
realidad, la rana tenía razón: ¿qué pierna tenía que moverse primero?
El
ciempiés se quedó allí durante unos cuantos minutos, sin poder moverse,
trastabilló y cayó.
Le
dijo entonces a la rana:
-Por
favor, no le hagas esa pregunta a ningún otro ciempiés. He caminado toda mi
vida y nunca había sido un problema, pero ahora no puedo caminar.
Tengo
que mover cien patas! Y no puedo moverme
Me
has matado ¿Cómo me las arreglaré?
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