L a zona de Orcasitas en Madrid es un barrio de trabajadores. Mis alumnos, con una media de edad de setenta y dos años, me contaban que se habían pasado la vida trabajando y que, aunque "en sus tiempos no había esto del Taichi", ahora estaban muy contentos de tener la oportunidad de probarlo. Con ese espíritu disponible y curioso iniciamos las sesiones.
Al inaugurar la actividad, seis meses antes de la redacción de este artículo, la mayor parte de los alumnos que componían los dos grupos de trabajo, un total de cincuenta personas, no había practicado nunca ningún tipo de gimnasia o ejercicio físico.
Siempre que se aborda un trabajo de introducción se piensa en empezar desde cero, pero inconscientemente uno cuenta con que la mayoría de la gente tiene aprendida una cierta manera de moverse, como mínimo la adquirida en las clases de gimnasia del colegio. En este caso no era así, de modo que las bases del entrenamiento de Taiji Quan y los ejercicios de Qi Gong fueron el punto de partida para iniciar una educación física global.
Ambas disciplinas son especialmente idóneas para el trabajo con mayores, ya que los ejercicios se desarrollan con suavidad, lentitud y toma de conciencia corporal. La suavidad y la lentitud hace que los alumnos se abran a los ejercicios y que disfruten haciéndolos. De esta manera es difícil que alguien pueda lesionarse, siempre que se cuide una buena alineación del cuerpo, sobre todo de las rodillas con respecto de los pies.
El entrenamiento progresivo mejora el tono muscular y la circulación sanguínea, nutre las articulaciones, alivia los problemas de columna vertebral, osteoporosis, artrosis, e hipertensión. También aumenta la capacidad pulmonar, la memoria y la atención. La coordinación de los gestos con la respiración y la concentración mental fortalecen la energía vital de todo el cuerpo, calman la mente y les proporcionan un estado de bienestar emocional que hace más llevaderas sus dolencias habituales.
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