Del Tai-Chi al Tao |
Aunque
en occidente el Tai-Chi es conocido solamente como un compendio de ejercicios
terapéuticos procedentes de la China milenaria, en su origen fue mucho más,
formando parte y siendo el máximo exponente de las llamadas “artes marciales
internas”, que cultivaban no solo el cuerpo, sino también el espíritu, la
virtud y la mente, en una sagrada búsqueda de la perfección hasta conseguir el
estado de Satori, o Iluminación.
Cuando
las tropas maoístas, en su vorágine asesina, arrancaron de China todo lo
poético, su legado más antiguo y añejo, también prohibieron el Tai-Chi y el
Kung-Fu, destruyendo miles de santuarios Taoístas, Shao-Ling, el Pótala y
cientos de lugares de sabiduría, asesinando a sus maestros, cambiando la
historia y el testamento de un país legendario por el fanatismo de un partido
político.
Uno
de los maestros que lograron sobrevivir, escapando hasta Tailandia, fue el
maestro Xin, quien, temiendo que los secretos de este arte se perdieran para
siempre, se dedicó el resto de su vida a enseñar el estilo Wu, su aplicación
marcial además de la terapéutica, y las meditaciones más profundas para unir el
espíritu con el Tao.
En
uno de los seminarios que dio en Bangkok, unos jóvenes practicantes de Muay
Thai, muy fuertes físicamente, le increparon diciendo que el Tai-Chi no era
efectivo en un combate real, por lo que el maestro Xin, con casi ochenta años,
invitó al más robusto de ellos a subir al tatami y propinarle su mejor golpe.
Mientras
dejaba delicadamente su bastón en el suelo, con la dificultad propia de su
edad, y se dirigía lentamente hacia su oponente, el joven ya se había puesto en
guardia, mirándolo con desprecio.
Aunque
muchos de los asistentes quisieron evitar el combate, preocupados por lo que le
pudiera suceder al maestro Xin, otros esperábamos en silencio, intuyendo el
final y la suerte del joven maleducado.
Así,
cuando le lanzó un crochet a la altura de la cabeza, el maestro lo esquivó y se
abalanzó sobre su oponente, golpeándole en la nariz con los nudillos, dejándolo
K.O. en menos de un segundo.
Todos
a una, el auditorio se puso en pie, no creyendo lo que habíamos visto, mientras
el maestro Xin regresaba lentamente a recoger su bastón.
¿Cómo
era posible que un hombre que apenas si podía sostenerse en pie hubiese dejado
fuera de combate a un hombre fuerte y bien entrenado?
Cuando
el joven despertó, el maestro lo miró y le preguntó:
-
¿Sabes por qué has perdido? –
Pero
el muchacho agachó la cabeza, lleno de vergüenza
–
Perdiste porque permití que me subestimaras. Cuando te ensoberbeces, rebajas a
tu contrario para elevarte a ti mismo. Entonces bajas la guardia y dejas de
luchar porque crees que ya has vencido. Yo me aproveché de tu error y por eso
gané.
De
la misma forma, el Tai-Chi es subestimado por los practicantes de los estilos
de lucha externos, porque no comprenden que el Tai-Chi Chuan es como acero
envuelto en algodón, y ahí radica nuestra fuerza.
Quien
sólo se entrena para vencer a sus enemigos externos, siempre tendrá alguien
contra quien luchar y en algún momento encontrará a un rival más fuerte que le
dará una buena lección.
Pero
cuando combates contra tus propios enemigos, entonces aprendes también a
combatir contra los demonios de los demás, descubriendo sus puntos débiles y
atacándoles ahí.
Quien
no se prepara de esta forma, no es un artista marcial.
Es
semejante a un animal que busca otros animales con los que probar su fuerza.
El
verdadero guerrero encuentra la estrategia perfecta antes del combate,
aprovechando y anticipándose a su adversario, sacando partido de sus propios
puntos débiles y haciéndose precisamente fuerte en ellos-
Después de sus palabras, los maestros que estaban en el auditorio buscaron la instrucción del maestro Xin para recuperar, en sus respectivos estilos, la espiritualidad y la esencia original perdida.
Después de sus palabras, los maestros que estaban en el auditorio buscaron la instrucción del maestro Xin para recuperar, en sus respectivos estilos, la espiritualidad y la esencia original perdida.
George
Lucas, como un guiño cariñoso a esta historia, adaptó el suceso en “El Ataque
de los Clones”, segunda película de la primera trilogía de Star Wars, que
podemos reconocer en la lucha entre Yoda y el Conde Dooku encarnado por
Christopher Lee.
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