Hubo
una vez un monje que deseaba ser instruido en los secretos del Tai Chi.
Y el
maestro que enseñaba dicho arte era visitado por un montón de personas que
deseaban lo mismo cada mañana.
Sin embargo, el maestro no accedía a ello con
facilidad. Un buen día, este monje se acercó al maestro cuando salía del templo
y le explicó su inquietud. A lo cual el maestro le dijo: “Esta bien. Te enseñare
con una condición, que saques con tus brazos este pino que está en frente a mi
templo de hace años y con los pies enraizados, como abrazando el mismo para
lograrlo”
“Si maestro”, contestó el monje. Y así pasaron tres años y el monje se acercó hacia el templo. El maestro salía del mismo como cada mañana y se topó con el monje, éste se arrodilló y le dijo: maestro he logrado arrancar el pino ya estoy listo, ¿me enseñarás?
Y el maestro se largo a reír a carcajadas: Te crees que alguien querrá pelear con un hombre que después de largos tres años de intento, ha logrado sacar un pino gigante. Nadie osará en desafiarte. Y así el maestro le enseñó a este monje el principio del enraizamiento. Sólo que el monje no lo sabía. No sabía que uno de los secretos de este maestro era el enraizamiento.
“Si maestro”, contestó el monje. Y así pasaron tres años y el monje se acercó hacia el templo. El maestro salía del mismo como cada mañana y se topó con el monje, éste se arrodilló y le dijo: maestro he logrado arrancar el pino ya estoy listo, ¿me enseñarás?
Y el maestro se largo a reír a carcajadas: Te crees que alguien querrá pelear con un hombre que después de largos tres años de intento, ha logrado sacar un pino gigante. Nadie osará en desafiarte. Y así el maestro le enseñó a este monje el principio del enraizamiento. Sólo que el monje no lo sabía. No sabía que uno de los secretos de este maestro era el enraizamiento.