lunes, 8 de octubre de 2012

La PiedraDe Hacer Sopa

Érase que se era un soldado que volvía de la guerra. Llegó un día a un pueblo, un día en que frío soplaba el viento, el cielo era plomizo y el pobre soldado tenía hambre.
Se detuvo ante una casa de las afueras y pidió algo para comer.
-No tenemos nada ni siquiera para nosotros -le dijeron, de modo que el soldado siguió su camino. . .
Se detuvo en la casa siguiente y volvió a pedir un mendrugo de pan.
-No tenemos ni para nosotros mismos -le volvieron a decir.
-¿Tenéis acaso una gran olla? -:-preguntó el soldado.
-Sí, tenemos un gran caldero de hierro.
-¿Tenéis un poco de agua? -siguió preguntando.
-Sí, de eso hay mucho -le contestaron.’
-Llenad el caldero de agua y ponedlo en el fuego -dijo el soldado-, pues yo tengo una piedra para hacer sopa.
-¿Una piedra para hacer sopa? -preguntaron-. ¿Qué es eso?
-Pues es una piedra con que se hace sopa -explicó el soldado.
Todos se reunieron en su torno para ver la maravilla.
La dueña de casa llenó la gran olla con agua y la colgó sobre el fuego. El soldado sacó una piedra de su bolsillo, una piedra que no parecía muy diferente de las que uno puede recoger en la calle, y la arrojó a la olla. "
-Ahora, dejadla que hierva -dijo. De modo que todos se sentaron a esperar que el agua hirviera-. ¿Podrías darme un poquito de sal? -dijo el soldado. -
-Por supuesto -dijo la mujer y sacó la sal de un tarro. El soldado tomó un puñado lleno y lo puso dentro de la olla, ya que ésta era grande. Todos se sentaron de nuevo a esperar.
-Unas pocas zanahorias no vendrían mal en esta sopa –dijo el soldado con añoranza.
-Oh, si es por eso, tenemos algunas -dijo la mujer, y sacándolas de abajo de un banquillo, donde el soldado las había visto, se las entregó. De modo que pusieron las zanahorias en el caldero. Y mientras éstas hervían, el soldado les contaba las aventuras que había corrido.
-Unas pocas patatas vendrían muy bien, ¿no les parece? – Dijo en eso el soldado-. Espesarían un poquito la sopa.
-Tenemos algunas papas -dijo la hija mayor de la familia-.
Las traeré. -De modo que pelaron las papas y las pusieron en la olla y siguieron esperando que ésta hirviera.
-Una cebolla da muy buen gusto -dije el soldado.
-Corre a la casa de al lado y pídele al vecino una cebolla
-dijo el granjero a su hijo menor. El chico así lo hizo y volvió con tres cebollas. Mientras todos esperaban, siguieron contando chistes y narrando historias. " ...
-. . .y no he probado repollo desde que partí de casa de mi madre -decía el soldado.
-Corre a la huerta y arranca un repollo -:-dijo la madre. Y una niñita salió corriendo y volvió con un repollo, que agregaron al caldo.
-No tardará mucho -dijo el soldado.
-Sólo un poquito más -dijo la mujer, revolviendo el caldo con un gran cucharón.
En ese momento llegó el hijo mayor de la familia. Había salido de caza y traía dos conejos.
-¡Justo lo que necesitamos para darle el toque final! –exclamó el soldado, y fue cosa de pocos minutos que los conejos estuvieran limpios y cortados dentro de la olla.
-¡Hum! -dijo el cazador que tenía hambre-. ¡"Huele a muy buena sopa!
-El viajero ha traído una piedra -le explicó el granjero a su hijo- y está preparando una sopa con ella.-
Por fin la sopa estuvo lista, y a todos supo muy bien. Hubo suficiente para todos: el soldado y el granjero y su mujer, la hija y el hijo mayor, la niñita y el niñito.
-Es una sopa maravillosa -dijo el granjero.
-Es una piedra maravillosa. -dijo su mujer.
-Lo es -dijo el soldado- y siempre os dará el mismo resultado si utilizáis la receta que os he dado hoy.
De modo que terminaron la sopa. Y cuando el soldado se despidió, le regaló a la dueña de casa la piedra para pagarle su hospitalidad.
La buena mujer se lo agradeció muchísimo.
-No es nada -dijo el soldado, y se fue de la casa sin su piedra.
Pero por fortuna, encontró otra justo  antes de entrar al pueblo siguiente.

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